Revista Música

Oasis descolocante

Publicado el 09 mayo 2020 por Amo Descubrir Canciones @adcanciones
Oasis descolocante


Por Ivan DessauBastaba con saber que Melingo había sacado un disco nuevo para querer escucharlo. Pero cuando supe que, además, jugueteaba con la electrónica y el drum´n bass, el plato se me hizo irresistible. Intuí que era un disco para escuchar colocado. Música y marihuana, dos válvulas de escape en tiempos de prisión domiciliaria. Apagué las luces, me calcé auriculares, encendí la pipa, le di play a Spotify y me dispuse a despegar. Pero para mi sorpresa, el viaje fue aún más raro de lo que imaginaba. Oasis descoloca.Y yo estaba colocado. Lo cual me ponía en una situación paradójica. Oasis es lo suficientemente descolocante como para descolocar hasta al más colocado, es decir, al que ya está dispuesto a descolocarse. Entonces, podríamos hablar de algo así como una metacolocación. O metadescolocación. Y eso que recién era el primer tema.A medida que escuchaba las letras, intuí algo aún más revelador: Oasis pintaba la aldea pandémica. Me explico: sería muy fácil y hasta predecible imaginar futuras obras hablando de esta época tan extraña. Pero Oasis fue publicado pocas semanas antes del quilombo. Lo cual sitúa a Melingo como una especie de profeta de arrabal. Soy un virus en tu mente, y tú no puedes conmigo, recita el inmortal Enrique Symns. ¿El virus del Covid19 o el de la paranoia y la sobreinformación esquizoide? Vuelve el virus, esta vez de la mano de Calamaro y “El blues rebétiko de 7 vidas”, la obra cumbre del disco (“al principio fui un virus, después encarné en ancla, luego en lobo marino, más tarde fui un payaso encargado de un faro”). Hay un personaje que sobrevuela esta ópera tanguera, que es la figura del linyera. Y así me entero, en palabras del mismo Melingo, que “linyera” deriva del lunfardo italiano lingera: la bolsa donde los vagabundos cargaban sus escasas pertenencias. “Eso tiene que ver con Diógenes, que promulgaba la austeridad estricta y creía que solo lo necesario era suficiente. Todo debía entrar en la lingera”. Digamos, entonces, que el linyera es algo así como un minimalista, pero sin glamour. Y vuelvo a pensar en esta época: ¿no estamos todos convertidos un poco en linyeras, deambulando en las calles con nuestra ropa más crota y una bolsa donde meter los víveres indispensables? ¿No es el linyerismo nuestro nuevo estilo de vida, nuestra moda pandémica?

Bueno basta, le dice mi hemisferio derecho al izquierdo. Dejémonos llevar por la música. Ok. Voces al frente, bases dub, bajos potentes, delays de rigor y muchísimos juguetes sonoros, intercalados con pseudomilongas y climas portuarios, como rayitos de luz entre tanta oscuridad (entre ellos, el hermoso tango “Está vivo!”). Lo cual descoloca aún más. Poco después me quedo dormido con los auriculares puestos. Sueño que una tarotista me arranca una pestaña y lee mi futuro, que está escrito en ese minúsculo vello. En él dice que tendré un accidente, que caeré de un balcón y me quedaré sin piernas. Me despierto sobresaltado. En los auriculares suena Luis Fonzi. Con razón.
Al día siguiente tenía que hacer una larga caminata, y me dispuse a escuchar Oasis nuevamente, esta vez sin coloques ni descoloques. Con la calle como único estímulo psicoactivo, reafirmé lo que había sentido la noche anterior. Oasis funcionaba como la banda sonora perfecta del escenario tétrico al que tan rápido nos hemos acostumbrado. Pero no me resultó oscuro ni deprimente. Más bien todo lo contrario. El sol se ponía en el mar, los pájaros atravesaban las nubes, y Melingo, su mujer y su hijo me cantaban al oído que ahora que ya somos libres, se borraron las fronteras, los errores del pasado, maestro de lacerteza, nostiraron a lohondo para probar la destreza, hambre ysed fueron tentando que la esperanza viviera.
Quizás lo mejor del arte sea esa capacidad para encontrar rayos de luz hasta en el más oscuro de los apocalipsis.

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