Revista Opinión
El asesinato como una de las bellas artes: Los 2 Kennedy, Martin Luther King, Allende, el Che, etc., creo, en fin, que hay algo en la cultura usaniana que predispone al crimen, no sé si será eso de tener todo el mundo armas en su casa que están deseando usar o las películas del Oeste en las que todo se resuelve a tiros, o yo qué sé.
Mi cabeza está tan aturdida que incluso he llegado a pensar que Obama ha ordenado matar a Osama para que nadie dude, que ya lo estaban haciendo, de su americanidad. Y matar al ídolo de los musulmanes es la prueba más fehaciente de que él, a pesar de llamarse también Hussein, de árabe, no tiene nada.Pero, disparates aparte, a mí me sobrecoge ya el miedo a todo lo que está sucediendo, ver que señores que dicen encarnar el orden y la justicia del mundo se apresuran a felicitar entusiásticamente a un tío que acaba de propalar “urbi et orbi”, como un nuevo Papa del asesinato, que ha matado a otro hombre.Pero ¿qué es lo que está ocurriendo aquí, que esa asquerosa Academia Sueca le da los Nobeles de la Paz a asesinos y torturadores convictos y confesos, lease Kisinger y Obama, el primero ordenó el asesinato de uno de los hombres más limpios y honestos que ha dado la humanidad, Allende, a uno de los más sanguinarios asesinos que ha habido en el mundo, Pinochet, y al tal Obama, que no sólo mantiene Guantánamo sino que alimenta una guerra de conquista, en pleno siglo XXI, contra un país mártir que todavía vive en el XIX, y que, ahora, se jacta de un asesinato?Según cuentan, ha sido la tortura practicada en Guantánamo la que ha proporcionado la pista para dar con Bin Laden, de lo que se jacta, a voz en grito, el canalla de Cheney, hasta hace muy poco vicepresidente del país que dirige los destinos del mundo, y que, ahora, nos reprende severamente diciendo:“¿ven ustedes como la única solución para arreglarlo todo es la tortura, la persecución, el secuestro, el asesinato y la opresión de todos aquellos que se nos ocurra a nosotros, los directores del Imperio?”.Pero hay algunas cosas en este suceso que a mí no me acaban de convencer:
1) ¿por qué este cazador, Obama, no se ha fotografiado con su pie sobre el cráneo de la pieza que acababa de cobrar?;2) cuando asesinaron al Che, su fotografía, desnudo en un catre de una morgue, mirando tranquilamente al infinito, dio la vuelta al mundo y, para que no cupiera duda de su muerte y de su autenticidad, le cortaron las manos y las enviaron a la capital de la metrópoli, ahora, ¿por qué se actúa de un modo tan distinto, qué es lo que se teme o se trata de ocultar, el estado del tal Osama no era exhibible, qué es lo que le habían hecho sus asesinos que no era conveniente ofrecerselo al público?Pero, repito, lo que más me aterra, porque pone en evidencia la degradación de la especie humana mostrada por aquellos que son sus máximos dirigentes, es que se felicite a un asesino por la perfección con que ha llevado a cabo su crimen.En fin, no debemos olvidar que todo esto se produce en un país que tuvo entre sus más destacados protagonistas a un tal Lynch y a otro que inspiró aquella película del juez de la horca.Es por eso, por casos como éste, por lo que, de vez en cuando, cobra toda su vigencia la pregunta de Cicerón a los senadores de su imperio:
“¿Entre qué gente estamos, en que país vivimos?”.