No hay prueba alguna de que el ataque con armas químicas contra la población de Damasco de la semana pasada, que provocó centenares de muertos, haya sido obra del dictador sirio Bashar al-Asad.
Podría creerse que, al contrario, fue lanzado
por sus enemigos.
Barack
Obama dice que la inteligencia estadounidense le garantiza la autoría del
régimen, pero es extraño: los gases mataron a los habitantes de un barrio amigo, bajo
el control de al-Asad, no sobre una zona hostil.
Durante
la primera semana de mayo hubo otro ataque con gases, se comprobó que no había
sido realizado por las tropas gubernamentales, sino posiblementen por los rebeldes, y el caso se silenció súbitamente.
Hay
dudas razonables sobre quién lanzó esta vez los tóxicos, pero Obama quiere
atacar al temible dictador sirio, aunque posiblemente sea menos peligroso que
buena parte de sus enemigos, nuestros aliados crecientemente vinculados a Al-Qaida.
En la
Siria deBashar al-Asad había cierta libertad de conciencia. Pero ahora, el
Ejército Libre de Siria está infiltrado por yihadistas que asaltan despiadadamente
a quienes no comparten su fanatismo.
Lo
saben Obama, el británico Cameron y todos sus aliados, por lo que la pregunta
es ¿por qué y para qué se quiere entrar en esta guerra?
Si EE.UU.
ataca, España será su comparsa en la destrucción de un asesino para darle el
poder a quienes serán mucho más asesinos aún.
El caso
sirio recuerda crecientemente al de Irak. Las pruebas de las armas químicas de Sadam
Hussein parecían más contundentes que las actuales; luego
resultó que eran falsas.
Ahora el
Nobel de la Paz, presidente tras los belicisos George de Bush I, autor de la primera Guerra del Golfo con Felipe González, Bush II, segunda guerra de Irak, con Azbnar, se amplía a otra guerra en el
Oriente Cercano. Obama, la de Obama, el Bush III.
Entre tanto, los del “No a la Guerra” y las cejas circunflejas del zapateraro, se han esfumado.
-----