La declaración de no culpabilidad dictada por un jurado popular de Florida por la muerte en 2012 de Trayvon Martin, negro de 17 años, de un disparo hecho por George Zimmerman, de 29 años, presentado como blanco, ha reavivado los conflictos raciales en EE.UU.
Encendidos inopinadamente por Barack Obama, que ha dicho haberse sentido víctima del segregacionismo, tras afirmar que Trayvon podía haber sido él hace 35 años.
Anteponiendo un sentimiento étnico al respeto a la ley, el presidente estadounidense ha dicho que sentía la misma indignación que miles de negros que se manifiestan por todo el país contra Zimmerman.
Libre según una ley de Florida, la “Stand-your-ground”, que permite matar como autodefensa si no hay otra salida. El jurado interpretó que fue lo que hizo Zimmerman.
Pero Zimmerman no es un blanco modelo “wasp”. Es hispano. Su madre es Gladys Mesa, descendiente de afroperusnos. Se educó como católico con familiares negros, aunque su padre sea de origen judío alemán.
Los rasgos y el color de George son latinos. Y ante ese empeño por presentarlo como “blanco” es lógico pensar que se busca una confrontación entre lo negro y el blanco de su apellido judío.
George es conocido como antirracista, y Trayvon no era un santo, sino sospechoso de robos de joyas.
George, guardia en su barrio, avisó a la policía de un merodeador, al que siguió. Trayvon, creyó que su vigilante era un homosexual buscando aventuras, como avisó por teléfono. Tras ocultarse, atacó e hirió a George. Quiso arrebatarle la pistola, y este le disparó.
Típica historia de barrio con mucha delincuencia que nos ha descubierto un presidente racista y ¿antisemita?
Porque este conflicto podría tener que ver con el anstisemitismo: las protestas están incitadas y abanderadas por los musulmanes negros.
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SALAS