No es la reforma migratoria que Barack Obama había prometido en campaña, no ha sido consensuada por el Congreso ni acordada con los republicanos, pero ahí está. Desde el 21 de noviembre, hasta cinco millones de inmigrantes se sienten más tranquilos de formar parte de los Estados Unidos. La iniciativa del presidente demócrata supone la mayor regularización de inmigrantes indocumentados de los últimos 30 años, una medida de peso histórico que marcará el legado de Obama.
Beneficios de la reforma migratoria
Actualmente, 11 millones de sin papeles viven en los Estados Unidos. El plan inicial de Obama era regularizar a la mayoría de ellos. La reforma aprobada el pasado jueves, parcial y limitada, afectará según datos de la Casa Blanca a unos cinco millones de indocumentados. La acción del presidente permitirá evitar la deportación de los padres de residentes legales y acceder a un permiso de trabajo. La medida también facilitará la migración de trabajadores aunque no podrá garantizar el estatus legal ni suponer una vía para obtener la ciudadanía. Aquí se cuenta con más detalle. La cara negativa de la moneda es que unos seis millones de inmigrantes seguirán viviendo en la sombra, sin protección legal y a merced de las deportaciones.
Obama, escribiendo la historia por decreto
El presidente de los Estados Unidos tiene el poder emitir órdenes ejecutivas, promulgar decretos que tienen el mismo peso que una ley. Obama se ha servido de éste recurso para actuar unilateralmente y obviar la autoridad del Congreso, en manos republicanas desde hace apenas dos semanas. El analista político de la Brookings Institution, John Hudak, aseguró que la derrota electoral no frenaría la misión del presidente: “El Congreso se enfadará mucho pero Obama seguirá con sus medidas, quiere dejar claro que aún manda, que él es el líder”. Y así lo ha hecho. Su golpe sobre la mesa lo acerca de nuevo al electorado hispano después de ser el presidente con más deportaciones de la historia y, sobretodo, demuestra que todavía quiere transformar Estados Unidos.
La hemeroteca nos recuerda que Obama nunca fue partidario de promulgar la reforma migratoria a golpe de decreto. Como en muchas otras medidas, el presidente quiso ser fiel a su deseo de mejorar el país trabajando junto a los republicanos y no en su contra. En febrero de 2013 dijo: “No soy el Emperador de Estados Unidos, mi trabajo es ejecutar las leyes que se aprueban en el Congreso”. Después de comprobar constantemente la obstinación de los republicanos por bloquear sus propuestas políticas, Obama ha decidido pasar a la acción priorizando el qué al cómo.
Más allá de la feroz oposición de los republicanos, que lo acusan de abusar del poder presidencial y de debilitar las instituciones democráticas, cabe mencionar que Obama es el presidente que menos órdenes ejecutivas ha firmado desde el inicio del siglo XX con un total de 193. Sus antecesores, George W. Bush con 291 y Bill Clinton con 364, superan de largo el uso del decreto para gobernar. Además, la orden ejecutiva de Obama guarda muchos paralelismos con la última gran reforma migratoria del republicano Ronald Reagan (1986) y la Family Fairness Program que firmó George H. W. Bush en 1990, en la que también se protegió de la deportación a los familiares de inmigrantes.
¿Qué pueden hacer los republicanos?
La reforma migratoria de Obama dará pié a una nueva guerra política entre demócratas y republicanos. Los conservadores no se quedaran de brazos cruzados y, utilizando su renovado poder en el Congreso, bloquearan todas las propuestas del ejecutivo. Una de las posibilidades que barajan John Boehner y Mitch McConnell es la limitación de los fondos de presupuestos del sistema que llevado al extremo puede suponer un nuevo cierre del Gobierno federal. De momento ya han anunciado que atacaran a Obama por otro flanco, intentando tumbar por enésima vez la reforma sanitaria.
La reforma actual también tiene sus debilidades a largo plazo. Al tratarse de una orden ejecutiva impulsada por Obama, la medida podría revocarse si los republicanos ganan las elecciones presidenciales del 2016. Aún así, el anuncio de la reforma pone en vilo a los hispanos, un electorado fundamental para los demócratas pero también en el punto de mira de los republicanos, que necesitan acercarse más a esa comunidad para sacarle rédito político.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
La reforma migratoria abanderada por Obama desde el inicio de su presidencia pretendía regularizar a buena parte de los indocumentados. En junio de 2012, la administración puso en marcha la Daca (Deferred Action for Childhood Arrivals), un programa para mejorar la situación de jóvenes inmigrantes, también conocidos como dreamers. A mediados de 2013, demócratas y republicanos del Senado se dieron la mano y aprobaron con contundencia la ley para reformar el sistema de inmigración. Obama sonreía y su apuesta por los pactos bipartidistas empezaba a dar su fruto. El bloqueo de la Cámara de Representantes, encabezada por un John Boehner que se negó a convocar el debate, hizo imposible dar forma a una de las grandes promesas electorales del presidente. Los conservadores sonreían mientras otros temas de la agenda desgastaban al jefe del ejecutivo. Con la toma del control republicana del Congreso, Obama sólo tenía una salida para no fracasar y ha sacado a delante su proyecto aunque no de la forma como le gustaría haberlo hecho.