Es domingo 28 de noviembre y en España la actualidad informativa la marcan las elecciones catalanas y la final de la Copa Masters entre los tenistas Rafa Nadal y Roger Federer. La organización Wikileaks, mientras, denuncia en su perfil de Twitter que es víctima de ataques masivos. Ese día era el fijado para publicar el contenido de la mayor filtración de la historia. A las 19.30, The Guardian, The New York Times, El País, Der Spiegel y Le Monde revelan en sus ediciones digitales los secretos de la diplomacia estadounidense. Semanas atrás, Julian Assange les había filtrado más de 250.000 notas diplomáticas del Departamento de Estado.
El periodista afincado en Washington Marc Bassets recurre al historiador Timothy Garton Ash para valorar la importancia del ‘Cablegate’: “Los cables son una mina para historiadores y periodistas y una pesadilla para los diplomáticos”. Aunque no para Estados Unidos. En opinión del veterano reportero Enrique Meneses, se ha exagerado la importancia de las informaciones. “Son formas de ser de los embajadores. Lo que se cuenta son cosas que cualquier analista político sospechaba”, apunta.
Las informaciones difundidas revelan el lado oculto del poder desde la óptima del servicio diplomático de EE. UU. La imagen del presidente Obama, indican los analistas consultados, no ha quedado dañada por cuanto los informes remitidos al Departamento de Estado apenas implican al Gobierno estadounidense en situaciones incómodas.
“Víctima de su osadía”
Marc Bassets minimiza los efectos de las filtraciones sobre la política exterior de Obama. En Afganistán, resume, los documentos han revelado que el Gobierno de Karzai es corrupto, “algo que diplomáticos y responsables de EE.UU. vienen diciendo en público y privado. En Oriente Medio, se confirma que los países árabes están tan o más interesados que EE.UU. en contener un Irán nuclear. “Quizá, en este caso, al hacerse públicas las presiones de Arabia Saudí, la Administración Obama se cargue de razones si necesita apretar las tuercas a Irán”, piensa. En todo caso, “las revelaciones pueden complicar el reinicio de las relaciones con Moscú”, algo que puede quedar diluido si Obama logra aprobar el tratado START.
En ese sentido, el politólogo José Ignacio Torreblanca evita personalizar en Obama aunque reconoce que Estados Unidos sufre una “pérdida de credibilidad evidente por cuanto no ha podido parar las filtraciones”. “Lo único destacable -piensa Enrique Meneses- es que tres millones de personas tuvieran acceso a la información que Julian Assange ha regalado al mundo, sistemas muy poco seguros para guardar las opiniones de unas docenas de diplomáticos bocazas”. Según Torreblanca, “Estados Unidos ha sido víctima de su propia osadía”.
Obligados a cambiar
Ahora Estados Unidos debe reconducir su imagen si bien “el efecto Obama sobre la política exterior está difuminado”, en palabras de Torreblanca. Ese esfuerzo por recuperar la confianza con sus socios “quizá pase por sustituir a algunos diplomáticos”, piensa el periodista Marc Bassets, que no cree que afecte “de manera notable a la segunda mitad del mandato de Obama ni a su política exterior”.
El presidente americano solo se ha referido a las filtraciones dos semanas después de que comenzaran a publicarse. Obama expresó su pesar por “el acto deplorable acto de Wikileaks”. En términos más duros se expresó su secretaria de Estado, Hillary Clinton, que calificó las revelaciones como “un ataque a la comunidad internacional” y anunció medidas contra los instigadores.
El Departamento de Estado ya ha procedido a desconectar la red de comunicaciones secreta SIPRNet, de donde se sospecha que se han extraído los teletipos. Por otro lado, el portavoz del Pentágono, Dave Lapan, reconoció días atrás que las revelaciones de Wikileaks ha provocado cambios en personas y gobiernos que comparten información con Estados Unidos. José Ignacio Torreblanca piensa que el obstáculo se superará mediante relaciones bilaterales recíprocas; a partir de ahora el cuerpo diplomático americano estará más expuesto.
No obstante, el secretario de Defensa, Robert Gates, recurrió a la ‘realpolitic’ para restar valor a los documentos filtrados: "¿Es embarazoso? Sí, ¿es incómodo? Sí. ¿Consecuencias para la política exterior estadounidense? Muy pocas. Los gobiernos tratan con Estados Unidos porque responde a sus intereses. Seguimos siendo la nación indispensable". El investigador Juan Tovar entiende que lo que se refleja es que “el realismo político, teoría que algunos consideraban cosa del pasado, sigue de plena actualidad a la luz de la actuación de los diplomáticos”.
Un Estado disfuncional
El servicio exterior norteamericano, dirigido por la secretaria Hillary Clinton, está formado por un cuerpo diplomático de más de 12.000 empleados y 260 embajadas y consulados repartidos por todo el mundo, según datos del Departamento de Estado. Estos días se pone de relieve el alcance del poder americano. José Ignacio Torreblanca destaca que “Estados Unidos tiene un perro en cada punto del planeta que puede estar en todas las peleas al tiempo que ejerce el poder, lo cual es admirable”.
El tamaño de la primera potencia del mundo contrasta con un Estado que demuestra “ser disfuncional”, piensa Marc Bassets. “Lo es por su incapacidad de mantener secretos pero también de organizar un recuento electoral digno de un país desarrollado como ocurrió en el 2000”, apunta. Eso sí, “muchas cosas de estas no suceden en una dictadura o un Estado autoritario; esa cierta debilidad ayuda a explicar la fortaleza del país”.
Julian Assange, fundador de Wikileaks, presume de acuñar el periodismo científico y de publicar informaciones que sustentan las sociedades democráticas. Pese a sus afirmaciones, “la filtración tiene muchas más posibilidades de conducir hacia un mayor secretismo y un endurecimiento del acceso a la información clasificada que a una mayor transparencia”, sostiene Juan Tovar, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid. Esa transparencia, cree, podría llevar a “una mayor debilidad de los Estados democráticos frente a Estados autocráticos como China”.