Barack Obama le pidió a YouTube que censurara el vídeo de la película que azuzó el extremismo religioso del mundo musulmán desdeñando que la propia existencia de las sociedades libres se basa en superar tabúes y Santas Inquisiciones, incluso teniendo que aceptar ataques brutales a nuestras creencias.
Rechazar verdades sagradas y zaherirlas liberó conciencias y favoreció el progreso y la investigación científica.
Así avanzó occidente pese a la oposición religiosa, cuyos dogmas retrasaban la investigación y la evolución del conocimiento, base del bienestar y la prosperidad.
El gran paso del medioevo a la modernidad se produjo en 1519, cuando Lutero negó el derecho divino del papado e invitó a interpretar libremente la Biblia.
El llamamiento privó de la autoridad sobrenaturañ del clero en Centroeuropa, desató mentes y propició el racionalismo, que colocó al hombre como foco de su propia libertad de pensamiento y de expresión.
Aunque esta última libertad se limite eventualmente si es delictiva o genera un “discurso del odio”, como el nazi.
Ahora, los 22 del tercer países de la Liga Árabe, y es fundamental recordar que todos son tercer mundo, exigen en la ONU que el sacrilegio y la blasfemia, que para ellos es cualquier duda sobre Alá o Mahoma, sean perseguidos como “discurso del odio”.
Idea que parece compartir Obama al tratar de censurar el vídeo que generó las actuales revueltas antioccidentales con justificaciones preilustradas.
Con igual razonamiento las tesis de Lutero de 1519 serían también “discurso del odio” contra el Papado, pero sin el cual el mundo occidental se habría mantenido en el subdesarrollo, como está el islámico.
No son las libertades occidentales las que deben censurarse, aunque sean groseras o hirientes, como es quizás esa película: son las sociedades islámicas las que debe caminar hacia el primer mundo aceptando el racionalismo, la Enciclopedia y la libertad de pensamiento.
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SALAS Vuelvo a reproducir una de sus tiras perennes: un piquete de informadores y/o predicadores violentos de cualquier interés, creencia o militancia.