Hay dos pensadores en el mundo ante los que me descubro reverentemente al propio tiempo que les echo la bronca por su egoismo y falta de solidaridad.
Porque ni yo ni tú, amigo lector, tenemos la culpa de no haber nacido tan inteligentes como ellos, son los muy jodidos Wittgestein y Michel Foucault.
Como hoy no vamos a escribir del primero, dejémoslo aparte y concéntremosnos en el puñetero Foucault, filósofo oscuro donde los haya, que murió como deben de morir todos estos tipos tan cabrones en última instancia: después de haber tomado mucho por culo, o sea de un sidazo.
Él quería ser un nuevo Aristóteles pero nunca tuvo la gentileza del estagirita que era, sin ninguna duda tan profundo como él pero mucho mas claro por lo que tal vez se haya llevado el galardón del filósofo más leído del mundo.
Foucault eligió para sus estudios básicos 4 o 5 temas de importancia decisiva para la comprensión del mundo actual: la locura, el poder y sus manifestaciones básicas, vigilar y castigar y, por supuesto, el desideratum de todos los aspirantes a tiranos: el panóptico, o sea, un sistema que permitiera, o permita, a todos los aspirantes a dictador, ver, vigilar, controlar y dominar a todos los seres humanos que se hallen dentro de su esfera de acción.
Nos hemos pasado unos cuantos años creyendo que este visionario homosexual se había ocupado del panóptico, llevado por su espíritu vengativo y su obsesiones, pero, ahora, Obama nos ha demostrado a todos que no, que una superpotencia, que ha actuado siempre para hacerse con los grandes genios de la tecnología, lo que pretende realmente es dominar al mundo exhaustivamente y para eso necesita inexorablemente disponer de los mecanismos que le permitan vigilar a todo el mundo, espionaje universal, y de los medios para castigar a todo aquel que se atreva a no seguir sus órdenes y cometa el pecado de estorbar sus designios, entre cuyos medios se halla, sin ninguna duda a mi entender, la capacidad de endosarles una buena enfermedad que acabe con sus oponentes sin que nadie pueda acusarles de asesinato: véase, ni no, la larga serie de dirigentes sudamericanos que han enfermado gravemente y que son, o eran, todos revolucionarios, sin que tal calamidad, haya afligido a ninguno de los canallescos y abundantes hijos de puta que tanto han proliferado en aquella región.
El mundo entero se revuelve indignado porque Obama, aquel jodido presidente cuyo discurso de investidura me hizo llorar como un niño, se dedica a espiarnos a todos, absolutamente, para saber no sólo lo que hacemos y lo que decimos sino también lo que pensamos.
O sea que el jodido Obama se ha convertido en un nuevo Dios que nos irá expulsando a todos, uno a uno, de este asqueroso paraíso por habernos atrevido a comer de la fruta prohibida, que no es otra que haber aprendido a leer.
Por eso nuestro buen Rajoy hace todo lo posible para que nuestros hijos y nuestros nietos sean, por lo menos, analfabetos.