¿Hasta donde podemos llegar para cumplir con las obligaciones de nuestro puesto de trabajo? ¿Cuál es el límite que estamos dispuestos a alcanzar para ayudar a nuestras organizaciones a lograr sus objetivos? Como vimos en la entrada anterior, algunas personas pueden llegar a proferir amenazas o a emprender acciones que son perjudiciales para otras. Y lo hacen obedeciendo normas de sus superiores, o como parte del cumplimiento de las funciones que conlleva su puesto de trabajo.
Lo interesante de esta situación es la justificación. Las personas que utilizan medidas coercitivas como parte de su trabajo justifican estas acciones con su deseo por contribuir al logro de las metas de su organización. Se muestran como profesionales que, atrapados en su rol institucional y en sus lealtades, no tienen más elección que cometer actos que cualquier observador externo reprobaría.
En este sentido es importante la implicación de la persona en la organización. Mientras mayor es el compromiso de la primera respecto a la última, mayor será su disposición a traspasar los límites de lo que se considera un comportamiento apropiado o incluso a cometer acciones reprobables por inmorales o ilegales.
Cuando se enfrentan con su conciencia, sus conversaciones interiores giran en torno a un dilema: si las satisfacciones que obtienen de su trabajo son más importantes que la libertad de obedecer o desobedecer las órdenes que reciben de sus superiores. Sin embargo es posible evitar este conflicto: muchos se refugian en la idea de que están haciendo lo correcto para con sus organizaciones. Incluso evitan asumir la culpa desplazándola hacia aquellas personas que coaccionan, pues consideran que han hecho algo para merecer las amenazas y el castigo que reciben.
Este mecanismo de negación puede extenderse a nuestra sociedad. Nuestra cultura es comprensiva con los actos de obediencia debida, inculpando o eximiendo aquellos actos reprobables que se hacen obedeciendo las órdenes de nuestro superior jerárquico.
No obstante, tenga cuidado con la obediencia ciega. Nuestras responsabilidades y nuestro compromiso nos atrapan en una red de obligaciones y lealtades, pero también tenemos la obligación ética de examinar las razones o los motivos de aquellos que nos dirigen. Su conciencia se lo agradecerá.
Notas
Puede explorar más sobre los límites de la obediencia en la obra de David Kipnis The Powerholders. Está publicada por The University of Chicago Press.