Hola a todos.
Espero que estéis teniendo un feliz verano.
En esta entrada os ofrezco un escrito que Nuria Santiago, administradora del blog “Domingos literarios”, ha tenido la amabilidad de enviarme.
Os dejo con sus palabras
Obélix
Quince años, setenta y cinco quilos, una cantidad ingente de pelo, con la que se podrían sacar unos cuantos jerséis de lana para el invierno y un corazón.Un corazón que hace que lo prefiera a él antes que a cualquier humano, porque él me da calor sin esperar nada a cambio. Él me cuida, me protege y me quiere. Lo veo en sus grandes ojos que me miran embobado cuando estoy sentada en las escaleras, mientras el acerca su cabeza a mis piernas para que le de caricias.
El único precio a pagar es poner mi pantalón perdido de pelo blanco, pero lo quiero y oler a perro todo el día me da igual.
Cada vez que cruzo el umbral de mi casa con intención de llegar a mi trabajo, veo en su mirada, perdida en el aire rogándome que no me vaya… No hay palabras que lo tranquilicen, no le gusta ser abandonado.
Obélix llego a mi casa con 1 año. Su historia, triste como la de muchos otros perros que habitaban aquella centro de acogida. Conforme avanzaba por aquellos pasillos, los ojos llorosos de centenares de perros se clavaban en los míos, y los quejidos de los mismos por intentar buscar un hogar hacían que los míos se llenaran de lágrimas. Aquel verano, la perrera estaba llena. Como cualquier otro verano.Me metí en el patio donde estaban la mayoría de los perros que ya habían pasado el control del veterinario, el cual voluntariamente dedicaba sus horas a mirar por el bienestar de esos ejemplares. En el patio, los perros se acercaron a mí. Algunos de ellos temerosos, debido a su pasado. Otros buscaban mis caricias, ansiosos por alguien que los quisiese. Dentro del segundo grupo estaba Obélix.
Un ejemplar precioso de Labrador, que se acerco a mí con calvitas en el cuello debido a una correa que le había privado de su libertad por bastante tiempo. Pero en sus ojos el deseo de encontrar un hogar. Y como cuando lo vi, sentí la necesidad de protegerlo, de cuidarlo, de llevarlo conmigo.
Y así fue, poco a poco Obélix se acostumbró a mi presencia y a mi casa, y me demostró que a pesar de su pasado el era perfecto. Educado, cariñoso, sociable, protector. Poco a poco, pasaron los años, y el cuerpo de Obélix lo reflejaba. Yo me casé, y Obélix vino conmigo, también estuvo conmigo cuando mis hijos nacieron siendo su niñera perfecta.
Obélix tenía 15 años, y a pesar de la sordera y de los achaques propios de la edad seguía amándonos a cada uno de los miembros de mi familia.
Y es ahora, como lo fue cuando lo adopté, cuestión que me preocupa ¿Quién abandonó a este pequeño trozo de cielo?
Quizás fue víctima de un dueño que no reparó en que los animales también sienten y aman. También pudieron abandonarlo porque no tenían dinero para cuidarlo, era muy grande o soltaba mucho pelo, pero eso es algo que hay que pensar antes de meter en casa a un labrador como Obélix. Por otro lado también estaba la posibilidad de que su antigua familia desear unas vacaciones y se olvidase que el Obélix nunca los hubiese dejado tirados por que simplemente en ese momento molestaba…
Obélix es un gran perro, que está en mi corazón. Gracias a él he comprobado en mis propias carnes que los animales sienten y aman como una persona. Obélix trata a mis hijos con la mayor dulzura y delicadeza que se puede esperar de un perro tan grande. Obélix es mi perro, y jamás sería capaz de hacerle mal.
Como Obélix, miles de perros están este verano siendo abandonados masivamente, porque sus dueños quieren irse de vacaciones. Cada día hay más perreras que no pueden cuidar de todos ellos y buscan familias que los adopten. Un perro jamás te abandonaría, si quieres adoptar un perro piénsalo bien, es una gran responsabilidad, comprométete con él. Hay miles de perros maravillosos esperándote.