Este año hemos estado en dos lugares de vacaciones, y en los dos sitios nos ha sorprendido observar una problemática, que aunque declarada y anunciada, yo no había sido muy consciente de ella: la obesidad en general y especialmente la infantil.
En diferentes medios, diferentes colectivos están una y otra vez repitiendo que este es el mal del tiempo que vivimos. La obesidad y el sobrepeso afecta -dicen- a más de la mitad de la población adulta y al 44% de la población infantil. Cuando leía titulares como estos la verdad que siempre había pensado que son alarmantes y quizá un poco exagerados. Quizá porque en el círculo donde me muevo no veo eso. Puede haber personas con más peso, otras con menos, dependiendo mucho de la constitución corporal de cada uno, pero nada enfermizo. En el colegio niños más gorditos, niños más flacos, alguno sí con un problema evidente, pero contaditos.
Pero este verano me ha sorprendido y alarmado la cantidad de niños que he visto con un sobrepeso tremendo. Nada de tener un poquito de tripa, no, kilos de sobra en toda regla.
Y entonces te preguntas, ¿qué está pasando? Si estás en la playa sólo hace falta estar pendiente un ratito de esos niños y vas comprendiendo los motivos. Después de una sesión de juego, de baños y diversión, toca un refrigerio. ¿Y qué veías comer a estos niños a las 11 de la mañana? ¡Patatas fritas! Y al rato, más patatas fritas, y a eso de la 1 un bocadillo, no vaya a ser que la criatura pase hambre. Y estoy segura que si hablara con sus familias y les preguntara por qué les dan tanto de comer me dirían aquello de "están en edad de crecer".
Pero cuando un niño ya tiene ese problema de peso, generalmente es porque en casa todos comen igual y entonces encuentras padres que también cuentan con esos kilos añadidos. Insisto, miras un poquito y ves: bocadillos, cervezas, aperitivos, refrescos con azúcar, bolsas de snacks..... ¿Y la fruta? ¿Dónde dejamos esos tuppers de frutas que muchas otras madres llevamos y ofrecemos con paciencia a nuestros cachorros?
¡Ojo! Estoy hablando de algunos niños en la playa, no de todos. Que también somos muchas las madres con una nevera llena de piscolabis saludables, no nos vayamos a echar las manos a la cabeza.
Y ahora os cuento la otra experiencia. Hemos podido disfrutar de unos díitas en un hotel, y ahí hemos observado el mismo problema, quizá más incrementado porque te reúnes con mucha gente en un espacio menor. Y además ahí puedes observar tranquilamente los hábitos alimenticios de cada familia. Obviamente el peso de ciertas personas estaba tranquilamente justificado por la cantidad de comida que llenaban sus platos en cada comida del día.
Con esto no quiero ofender a nadie, sólo quiero poner de manifiesto un problema que efectivamente aumenta y que va a ser difícil frenar. ¿Qué nos lleva a comer compulsivamente? ¿Por qué motivo no somos conscientes del gran problema de salud que esto conlleva? ¿Por qué un niño gordo es sinónimo de un niño feliz? ¿Por qué cuando se ve a un niño flaco -como el mío- enseguida se piensa que no come o que come mal (con la consiguiente mueca de pobrecito)?
La obesidad es un problema de salud y está en nuestra mano mejorarlo. ¿Podremos conseguirlo?