El pasado viernes, 1 de Febrero presenté la defensa de mi tesis de Master. Se cumple así mi sueño de graduarme en una universidad japonesa, el desafío que he venido persiguiendo durante los dos últimos años de mi vida. Desde hace unos meses habréis notado que he dejado el blog un poco abandonado, la razón de ello es que me encontraba en la recta final del Master y desde diciembre he estado ocupado preparando la tesis.
Conseguir el título de Master era el propósito fundamental por el que vine a Japón, una aventura que comenzó en marzo de 2009 cuando solicité la beca Monbukagakusho. Pedí esta beca por tres motivos. El primero de ellos regresar al Lejano Oriente, una tierra de la que me enamoré tras pasar por Vietnam en 2007-2008 y de la que no soportaba estar separado. El segundo fue descubrir Japón, desde niño había sentido una especial fascinación por este país y venir aquí se me presentaba como la oportunidad de vivir una experiencia increible. El tercero, ampliar mis estudios universitarios y especializarme en un campo concreto antes de continuar mi carrera profesional.
Aterricé en Japón en Abril de 2010. Han pasado casi tres años y por fin puedo decir bien a gusto que he alcanzado mi sueño. Como todo aquel que persigue uno sabía a lo que me enfrentaba, un camino lleno de obstáculos en el que viviría momentos de alegría, de optimismo, de superación, pero también de pesimismo, de soledad, de incertidumbre, de frustración y de sacrificios por cumplir esta meta personal.
He disfrutado mucho de estos tres años en Japón, y no estoy seguro de que haya llegado el momento de marcharme todavía, pero lo cierto es que antes de venir había imaginado una vida más perfecta. Conocer el país, y entender su cultura y sus tradiciones fueron experiencias tan positivas como esperaba, pero la adaptación al modo de vida, la complejidad del lenguaje, la circunstancia de ser extranjero, los inviernos duros sin calefacción y, por si no fuera suficiente, la incomodidad de sufrir terremotos en Ibaraki cada dos por tres y la preocupación por encontrarme a 165 km de una central nuclear en crisis terminaron convirtiendo mi estancia en Japón casi más una en odisea por sobrevivir que en un placer. Todas estas dificultades se llevaron mejor en compañía de mis amigos en Tsukuba y en Tokio, pero no negaré que en algún momento me planteé seriamente abandonar mis estudios y marcharme de Japón.
Estudiar un master en Japón tampoco fue tarea fácil. Aunque el entorno educativo y de investigación resulta atractivo para los estudiantes internacionales, en la práctica el sistema japonés está lejos aún de ser compatible con el inglés. Se ofrece cierto soporte, permitiendo a los alumnos extranjeros entregar los exámenes y los trabajos en inglés, pero el aprendizaje es limitado ya que la mayoría de los cursos se imparten en japonés. Me siento orgulloso de haber superado el reto, pero tengo bien claro que no lo hubiera logrado sólo, sin la inestimable ayuda de mis compañeros de master y el personal del laboratorio que me echaron una mano con los enrevesados procedimientos académicos y el interminable papeleo administrativo. Escribir los trabajos, presentarse a los exámenes y aprobar los créditos correspondientes fueron el menor de los problemas.
Sin duda, la recompensa final hace que el esfuerzo haya merecido la pena. Para los que piensan que lo mejor de los sueños no es alcanzarlos sino luchar por ellos, os diré que el sentimiento de felicidad que me invade ahora que todo ha terminado no puede compararse con nada. Y en mi opinión, estos puntos de inflexión son los que luego marcan tu vida, los que hacen que al mirar al pasado te sientas satisfecho de los logros que has conseguido. En cuestión de retos personales lo importante no es sólo participar, hay que llegar hasta el final.
Cumplidos estos sueños, la ilusión no desaparece. Se persiguen nuevos sueños y la vida continúa...
En mi caso, mi próximo sueño es encontrar un buen trabajo y, si es posible, volver a Vietnam.