Esta semana me ha llamado una colega, una trabajadora social de un pueblo de Toledo. Quería saber si teníamos plaza en el albergue de personas sin hogar donde trabajo para un hombre que deambula por su pueblo desde hace unos tres meses. Le pregunté qué plan de actuación tenía pensado. ¿Había tramitado algún tipo de ayuda económica? ¿Qué intervención estaba haciendo con él? Su respuesta fue contundente. Ni habían tramitado nada ni habían intervenido con él en ningún aspecto. Simplemente querían que viniera al albergue porque si no salían en los periódicos. No podía consentir que un pobre estuviera en su pueblo. ¿La solución? Sencilla. Hacer desaparecer el problema. Y la forma más sencilla es enviarlo al albergue.Esta compañera —hoy me siento generoso y así la llamaré—, es una sinvergüenza sin escrúpulos. Es conocedora del centro y sabe que es un recurso de urgencia. No es un recurso residencial, y mucho menos, una alfombra donde esconder la basura, a las personas sin hogar. Lo más peligroso es que esta trabajadora social, es una funcionaria pública. No había hecho nada por intentar mejorar la situación de este hombre. Ni siquiera se ha preocupado por saber su nombre. Su único interés —imagino que presionada por sus superiores— era que los habitantes del pueblo no vieran que hay pobres por sus calles. Tenía que hacer lo que fuera menester para echar a este hombre de su municipio. Su trabajo no puede ser ocultar la pobreza. No puede ser negar la realidad. Es pueril. Si no lo veo, no existe.
¡Qué tragedia de sociedad! Los responsables de, al menos, aliviar el dolor y el sufrimiento de los más desfavorecidos, no solo no llevan a cabo su cometido; sino que engañan a la sociedad para que piense que el problema no existe. Estamos anestesiados, drogados, y no vemos, o lo que es más dramático, no queremos ver, a los pobres. Nos molestan. Los eliminamos de nuestras calles y de nuestras vidas, con el anhelo infantil de hacerlo desaparecer. Puedo estar equivocado, es lo más probable, pero a lo mejor, si somos conscientes de que existe la pobreza, podremos erradicarla. De esta sencilla forma, utilizaremos las herramientas necesarias para evitar que cualquier persona duerma en la calle. Ya les digo yo, que nadie quiere ni le agrada. Es hora de hacer políticas inclusivas para que no haya nadie sin hogar. Poner parches chapuceros escondiendo a los pobres, lo único que hace es estigmatizarlos sin solucionar nada.
Piensen.
Sean buenos.
Me apetecía incluir la canción It's the end of the world as we know it (and I feel fine). Una de mis canciones favoritas de siempre. Con todos ustedes: ¡R.E.M.!