Nunca hasta ahora (y tengo sesenta años) he sido tan consciente de lo que significa, en feminismo, ser objeto y sujeto.
Pues sí, resulta que los hombres son por definición sujetos y a las mujeres se nos ha colocado como objetos.
Objetos de decoración, de deseo, de posesión, como trofeo, de diversas maneras. Incluso siendo niñas nos convierten en sus objetos de deseos físicos o psicológicos.
Negar a estar alturas esta evidencia es como negar que existe la luz del sol. Sencillamente existe. Y sólo entendiendo esta premisa, se pueden entender los noventa y un feminicidios que llevamos en el Estado Español en lo que llevamos de año. Todavía falta una semana para acabar el año.
Solo rompiendo esta dicotomía desde la igualdad real que nos lleve a mujeres y hombres a un plano de igualdad radical, de raíz a través de sistemas educativos tanto familiares como de la escuela en todas sus etapas, podremos afrontar el camino hacia esa igualdad real.
Pero como sabemos, es sistema patriarcal se reinventa continuamente y, por tanto, se camufla con diferentes “ropajes” para seguir manteniendo sus privilegios. O, dicho de otro modo, para para mantener los privilegios de los sujetos, o sea, de los hombres.
Ahora tenemos (en algunos casos) gobiernos paritarios. Pero un gobierno paritario nunca significa igualdad en la distribución de las áreas de poder y, por tanto, de manejar recursos económicos importantes.
La apariencia de esos gobiernos paritarios nos impide ver los siguientes escalones del poder en donde se concentran, salvo raras excepciones, el verdadero poder de quien toma las decisiones de qué temas o no han de ser tratados en la primera línea.
Justo ahí, radica la principal de las trampas que esconde el patriarcado con sus ropajes paritarios, para seguir manteniendo en sus manos el verdadero poder.
Y, por si faltaba alguna cosa, en los gobiernos del PP, poco a poco van sacando de los currículums escolares y en la formación del profesorado todo lo relacionado con la coeducación, la prevención de las violencias machistas, o la denuncia de los micromachismos, como si tales fenómenos hubieran desaparecido por arte de magia. Así, sin más. Ya, ni se esconden. Y sin respuesta social si no viene de la mano de las feministas radicales, de las de siempre y no de las pseudo feministas de Podemos y Sumar que son más de lo mismo, misoginia en estado puro, pero eso sí con ropajes llenos de brilli, brilli, pero, en definitiva, más de lo mismo.
Han tenido poder y han podido cambiar las cosas y, efectivamente las han cambiado, pero a peor intentando deslegitimar el discurso feminista radical, el que sabe perfectamente quienes son los sujetos y quienes los objetos, para reforzar los deseos masculinos y apropiarse de espacios seguros para las mujeres conseguidos desde el feminismo, regalándoles a los hombres, incluso, la posibilidad de borrarnos cuando y donde les interese.
Pero el feminismo, cual aldea gala, está resistiendo las andanadas de esta moda que, como todas, acabará pasando, mientras que el primero resistirá como lo viene haciendo los últimos siglos, a pesar de las embestidas y de tenerlo todo en contra.
La opresión ejercida sobre las mujeres por parte del patriarcado en su conjunto es el motivo básico que nos mueve a las feministas a seguir en la búsqueda de resquicios por donde colarnos y romperlo para buscar una sociedad mucho más equitativa y mucho más justa tanto para mujeres como para hombres y que dejemos de ser sujetos y objetos.
En esas estamos y estaremos las feministas, buscando una mayor justicia social y una mayor equidad entre todas las personas independientemente de su sexo.
El objetivo es titánico y lo sabemos, pero nuestra capacidad de lucha y nuestra convicción también lo son.
Seguimos por la senda que nuestras sabias antecesoras y maestras de vida nos marcaron.
Ben cordialment,
Teresa.