El concursante se presentó a una selección con más de 15 000 aspirantes. Sabía donde iba, o al menos debería saberlo.
Es un hombre de 18 años que está estudiando medicina. Y lo más importante iba a participar en un concurso de televisión, por tanto es consciente de que está participando de un espectáculo. La tele, por más que le pese a algunos, no es la vida real. Ya sabemos que el que se expone al veredicto del público, debe venir llorado de casa. Otra cosa sería un error mayúsculo.A esa edad uno ya puede votar, por tanto, también puede recibir críticas. Y si un maestro le reprende, lo que debe hacer uno es ser humilde y aceptarlo.La clave quizá es que en esta sociedad está prohibido fracasar. Todos estamos obligados al éxito. Así se lo estamos enseñando a nuestros hijos diariamente. Si no me cree vaya a cualquier partido de fútbol de niños. Todos los padres piensan que sus hijos son unos Cristiano Ronaldo, unos Messi, e incluso unos Munitis en potencia y que si no triunfan más es porque hay unos factores externos que se lo impiden: entrenador, árbitro... Y como este ejemplo, infinitos. Ponga usted el que más se acerque a su realidad. Esto provoca una tolerancia al fracaso mínima. Estamos haciendo unos auténticos memos a nuestros hijos. Dejemos de pintarles la vida de color de rosa y enseñémosle lo que es el esfuerzo. Si no, el día de mañana, cuando se encuentren ante cualquier dificultad se rendirán. Cuanto más alto más dura será la caída.Piensen.
Sean buenos.He de reconocer que al escribir este artículo había pensado incluir la canción de U2 The Fly. Habla de televisión, éxito y fracaso, pero mi buena amiga @MarisolGaldon me propuso una canción que va que ni pintada para hoy: Fame. Con todos ustedes: ¡David Bowie!
https://www.youtube.com/watch?v=9F5oHze6pLg