""Si un niño pide pan, agua o pis en castellano, hay que ignorarlo". Recuerdo que cuando leí este impactante titular en las páginas de un diario de tirada nacional hace ya cuatro años, me llevé las manos a la cabeza. Este inaudito mandato, más propio de sistemas dictatoriales que de democracias consolidadas, lo sacaba a la luz una joven monitora de un colgio Público de Primaria de Barcelona y emanaba directamente de la Consejería de Educación de la Generalitat, con la finalidad de impulsar la inmersión lingüística en Cataluña. Atónito. Perplejo. Por más vueltas que daba al asunto, no llegaba a entender que para reforzar el aprendizaje del catalán hubiera que provocar la extinción y el rechazo del castellano. ¿Por qué? Sólo encontré una respuesta correcta que disipara mis interrogantes: la maniquea obsesión de generar repulsa sobre todo aquello que rezumara español.
Oscar del Hoyo director de Osaca, revista del grupo Promecal Oscar del Hoyo en Twitter
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