
Y de este mercado del cuál somos presa, y además compulsiva, no para de manejarnos a su antojo.
Aunque no sea nuevo el tema, sí conviene airearlo un poco para hacernos recapacitar o al menos reflexionar antes de caer perdidamente entre sus garras. Ocurre que todos nosotros, y más en estos días, acudimos a centros comerciales, grandes almacenes, tiendas para comprar todo lo que nos meten por el ojo, que es todo. Si hablamos de aparatos que tengan algo que ver con la tecnología, el fraude al que nos someten se multiplica por 1000.
Existe un compendio de grandes empresas amparados por todos los poderes fácticos, y cuyos acuerdos son vox populi, por el que fabrican sus productos con una obsolescencia programada. Ésto es, en el proceso de fabricación hace que la caducidad este consabida. Y lo hacen, dicen, para favorecer el paradigma del mercado: creación de empleo-movimiento en el mercado-riqueza. Entretanto, el producto, que es lo que llega a nuestras manos, a la de la población, el que hemos obtenido en el mercado, resulta que "extrañamente" deja de funcionar al poco de tiempo de su uso, con la consiguiente nueva llamada del mercado para comprar otro.
A quién no le ha pasado con una bombilla, una batería, un tostador o no sé cuántos aparatos más......sin ir más lejos, la todopoderosa, Apple fue denunciada por un cliente por una simple batería y ante la incapacidad de defenderse, optó por abonar la multa y que el tema quedara en el anonimato.
No sé si es un disparate, por mi parte, pensar que quizás a algunas ramas de la investigación o quién sabe si alguna industria farmacéutica no le interese que se avance en algunas enfermedades tan dañinas y letales como el cáncer con tal de arrebatar su negocio y ver mermado su futuro.
El negocio está muy bien montado y muy potentes y seguros son los muros que lo flanquean para que estos ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres a costa de un producto cada vez más, concienzudamente, deficiente, haciendo del fraude premeditado razón mercantil de uso normalizado.