OBSTINACIÓN
Tengo un corazón reprimido,
recostándose en lado más doloroso de mi amor,
tengo un silencio congestionando, ahogante,
casi apunto de desbordarse en llanto.
Mi rostro se parece mucho a cierta palabra
que no he podido sufrir con toda la muerte que me falta.
Tengo simplemente ganas
de arrojarme por un camino de hormigas
hasta el centro mismo de su entraña.
Hoy estoy obsesionado con cierto lamento,
con una tristeza inmensa parecida al rostro de un niño
que ha perdido para siempre sus abrazos.
Presiento alrededor de mi cariño una cofradía,
mi mente atribulada de estrellas apagadas
va cayendo desesperanzada hacia la honda cuenca
de estos ojos que sólo quieren dejarse perder,
cegándose para siempre en la distancia.
Es hoy mi corazón
un desorden de otoños empujando mi pasado,
creo que pariré a la medianoche un resfrío
parecido al aliento
que dejan los pájaros recién muertos en sus nidos.
Y este silencio
este silencio
que ya no entiendo
pero que justifica mi existencia.
Por qué no me disparo un relámpago,
por qué no me lanzó hacia el vértigo...
la tristeza es mi destino.
Entre líneas, veo un hombre defraudado
queriendo arremolinarse hasta el comienzo,
un hombre intentado romper el hilo
y quedarse para siempre vagando en el laberinto.
Veo un hueco hecho en toda la mitad de la ilusión,
un gusano riendo entre la herida.
Si me preguntas a que me parezco,
tendría que mirarme ante el espejo
y desgarrarme la huraña máscara
para poder al menos presentir que tengo
una criatura abismal entre los ojos.
Si preguntas por mí, a mí
quizás sólo pueda decirte
que me fui haciendo extraño
que me jubilé a destiempo
y que quedé en una casa solo
sin siquiera poder conversar con mis fantasmas.
Si preguntas a otros por mí
a lo mejor puedan darte más señales:
que tengo una sonrisa que traiciona mi melancolía,
que el corazón se me agrandó
hasta generarme un tumor de ternura en los brazos
y a lo mejor concluyan con alguna imagen de ese otro
que le gustaba guiñar el ojo cuando comía tamarindos
y no es bueno reprochar tanto viento
y beso dado de frente en el camino
después de todo, me tiraron sin alas a este mundo,
que aunque quisiera
pasaría la noche en vela arrullando este fantasma;
pero no quiero
no la quiero hoy
la poesía no la quiero hoy
quiero maniatarla,
amarrarla a la pata de mi cama
y verla berrear como un chiquillo
hasta que se le pase el capricho.