OCCIDENTAL PRAHA FIVE (****)
Radlická 3276/46
150 00 Praha (Chequia)
Habitación 707
Fecha de entrada: 31/07/2018
Tarifa: 100€ AD
Algo alejado del centro histórico pero a los pies de una
parada de metro, tranvía y autobús, en la zona más corporativa de la ciudad. Un
edificio moderno de siete plantas rematadas con unas curiosas terrazas de
cristal que pertenecen a las habitaciones de la última planta. Negro, gris,
cristal y algún tono azulado en su fachada, empotrada entre edificios más
antiguos.
Una ancha y luminosa avenida nos acoge. Sobre la acera hay
instalados un par de veladores con confortables sofás de enea oscura y cojines blancos para disfrutar de la
tertulia en una noche de verano, rodeados de pequeños parterres con cuidadas y
coloridas plantas y algunas sombrillas.
Bajo una pequeña pérgola de cristal, dos puertas correderas
nos dejan en la recepción. No muy grande, pero tampoco pequeña. Sumamente
iluminada ya que toda una pared da a la calle con unas enormes cristaleras.
Moderna. Fresca. Musical, de hecho un DJ pincha música, quizá algo alta de
volumen, cuando llegamos. A la izquierda está el bar, con unas cuantas mesas
altas, bajas, y varios sofás para la espera. Al fondo, una enorme pantalla de
TV muda repite constantemente partidos del pasado mundial de fútbol.
Frente a
nosotros una puerta de metal gris y cristal que conduce a los ascensores y al
restaurante, y una enorme barra de bar, atendida en ese momento por un barman, y
sobre la que cuelgan dos lámparas de pantalla en tonos vino. A la derecha queda
el mostrador de recepción. Dos puestos de trabajo. Madera oscura rematada con
un cristal. Varios folletos con información del hotel y de sus servicios en
placas de metacrilato. El fondo, también de madera, recoge un cartel con el
nombre del hotel en color verde pastel. Junto al mostrador hay una enorme pantalla de ordenador en lo que
sería un Business corner a disposición de los huéspedes: una mesa con un par de butacas y una impresora.
Tras el mostrador nos atiende un simpático joven español.
Aunque el proceso de copia del pasaporte y demás es tedioso, lo hace con cierta
simpatía mientras nos pregunta por el viaje, nos explica cosas de la ciudad e
incluso nos recomienda un restaurante para cenar. Por último, nos entrega la
llave de la habitación indicándonos el horario del desayuno y el funcionamiento
del WiFi, que es gratuito y sin contraseña y aunque es bastante rápido, a ratos sufre cortes. Junto
al mostrador principal, hay otro más pequeño con periódicos y revistas locales.
Tras él, unas baldas muy iluminadas ofrecen un pequeño "mercado" de objetos de
primera necesidad: bebidas, útiles de aseo, snacks...
La sensación es cálida y acogedora. Volvemos sobre nuestros
pasos y nos dirigimos a la puerta desde la que se accede al restaurante y a los
ascensores. Allí la luz cambia a bastante más fría, casi de hospital. Junto a
un par de cajeros automáticos, varios armarios con folletos de servicios de la ciudad y una pizarra con la previsión del tiempo encontramos los ascensores. Dos. Modernos. Suelo
de granito negro, paredes de metal y espejo. Cuidada botonadura y un curioso
banquito plegable para sentarse. En una de las paredes, en unas placas de
metacrilato, se ofrece información de algunos servicios del hotel.
Las puertas se abren a un luminoso recibidor. A la derecha,
unas ventanas ofrecen vistas a la zona circundante del hotel, con abundante
vegetación. De frente, una mesa de madera oscura sobre la que hay algunas
flores secas y un cartel que orienta hacia las habitaciones que nos recuerda a
la antigua tipografía de la cadena NH. A la izquierda, tras otra puerta de metal
gris y cristal encontramos a derecha e izquierda el pasillo enmoquetado de las
habitaciones. Luz algo fría e impersonal y puertas en madera clara con modernas
cerraduras en metal.
Tras la puerta el suelo pasa a una cuidadísima madera en
tono claro. A la derecha tras un par de pasos encontramos la ranura para
introducir la tarjeta y que se active la luz en una zona que hace las veces de
vestidor. Allí encontramos junto a la puerta del baño, un generoso armario con
una puerta de espejo corredera que ocupa sólo uno de los tres cuerpos que
ofrece el armario: colgador corto con cajones, colgador largo y baldas con la
caja fuerte. La luz de la zona ilumina también el interior del armario, con
abundantes perchas normales, un paraguas con el logo de la cadena, la bolsa de
la lavandería, un kit de limpieza de calzado, otro de costura y un calzador.
Además una plancha con su tabla.
A la izquierda de la entrada, y antes del dormitorio en si,
encontramos otras baldas empotradas donde se ofrece con el minibar de variadísimo
surtido, una bandeja de cortesía con una cafetera de cápsulas, una tetera, un
par de tazas y varios juegos de te, café y azúcar.
A continuación el dormitorio. Luminoso. Generoso. Moderno.
Fresco. Acogedor. La pared del fondo, protegida por un foscurit y un visillo,
que no aguantan mucho la enorme luminosidad de la mañana Checa, resulta ser un
balcón de metal y cristal al que se puede salir ofreciendo vistas, aquí delante
a una destartalada estación de tren y allá un poco más atrás a las cientos de
cúpulas y torres de la ciudad.
A la izquierda hay un maletero en madera blanca con lamas de
protección metálicas. A continuación un enorme escritorio en la misma madera
con dos sillas de piel blanca algo incómodas para trabajar, al ser muy bajos
sus respaldos. A su lado una papelera metálica. Sobre la mesa un lámpara
metálica, algunos enchufes, un bafle para conectar la música de nuestro
teléfono, una botella de agua, vasos, una revista de la ciudad y algunos folletos
de la cadena. En la pared hay un curioso recuadro verde retroiluminado en el
que se enmarca la televisión plana. Esa retroiluminación le da un toque
especialmente agradable a la habitación. En el espacio que hay hasta la
ventana, cuelga del techo una lámpara con pantalla en tono metálico. Bajo ella,
una butaca en tonos claros y una mesa redonda de centro.
A la derecha del dormitorio queda la cama. Grande, generosa
y blanca. Situada bajo una pared pintada en negro con unas cenefas verdes. Seis
almohadones de distinta dureza y tamaño. Colchón cómodo. Quizá un punto duro.
Vestida con suaves sábanas y un nórdico muy agradable. Suspendida del techo
sobre el cabecero queda una lámpara alargada de pantalla en tela color vino con
dos puntos de luz de doble intensidad. Una más de ambiente y la otra más
potente adecuada para la lectura. A cada lado sendas mesillas de madera blanca
y patas de metal. Sobre una, el teléfono, sobre la otra, el mando de la
televisión. En ambos lados hay enchufes disponibles así como interruptores para
apagar todas las luces.
Tanto el hotel como su barrio resultan tranquilos. Pero la
insonorización exterior es espectacular. El balcón cierra a la perfección. La
insonorización interior podría mejorar algo, ya que temprano escuchamos algún
portazo. El aire acondicionado funciona perfectamente. Algo ruidoso, se
maneja desde un sencillo display en el que se puede elegir la potencia (incluso
la forma auto) y una rueda para la temperatura.
El baño resulta adecuado de tamaño. No grande, pero tampoco pequeño. Pero sobre todo resulta moderno y elegante. Mármoles negros en la pared y porcelana también oscura en el suelo que contrastan con los brillantes sanitarios blancos. Tras una puerta de madera clara encontramos un espacio alargado que se remata en la pared del fondo con el inodoro de corte moderno y cisterna incrustada en la pared. A la derecha el lavabo, exento sobre una encimera de madera clara y con un moderno grifo al que le falta un punto de caudal. Sobre la encimera se ofrece una enorme variedad de amenities (botes de champú, gel, crema hidratante, acondicionador), set dental, de afeitado, peine, gorro de ducha, espoja de crin... y dos toallas de manos. Sobre el lavabo un espejo con un marco iluminado tratado con un antivaho. De la encimera cuelgan dos toallas de lavabo y completan el entorno un espejo de aumento, un secador de escasa potencia y una banqueta de metal tapizada en piel blanca. Sobre ella dos mullidos albornoces.
A la izquierda hay una bañera protegida con una mampara de cristal. En su interior un toallero con dos enormes toallas de baño. Blancas, como el resto de la lencería y cuidadas. En la ducha hay dos botes anclados a la pared con champú, pero usamos el de los botecitos de las amenities. La ducha rematada en un generoso rociador es un ejemplo de presión, caudal y temperatura. Ideal para un buen despertar o para relajarse después de un día de trabajo o turismo.
Por la mañana en un bullicioso y poco atractivo comedor (de
frías luces) se sirve un completo buffet de desayuno con bastantes concesiones
locales: zumos naturales que se dispensan, al igual que los cereales, desde
unas curiosas columnas de cristal, platos calientes (huevos revueltos, cocidos,
chorizo, bacon, patatas, verduras, waffels...) fiambres (jamón, pavo,
variedades locales, quesos...), fruta cortada y preparada, bollería,
mantequillas, mermeladas... El café, correcto, se ofrece en unas máquinas.
Además hay una opción para poderse llevar el café en un vaso.
En el mostrador al salir, la dificultad del idioma se suple
con simpatía. Interés por si necesitamos ayuda para seguir el viaje e interés
por como ha sido nuestra estancia.
Calidad/precio: 8.5
Servicio: 9
Ambiente: 8.5
Habitación: 9
Baño: 9
Estado de conservación: 9.5
Desayuno: 8.5
Valoración General: 9