Revista Sociedad

Occidente corrompió y traicionó a líder árabe

Publicado el 21 abril 2011 por Rosabaez @LaPolillaCubana

Por Gloria Analco

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Hace algunos años -en 1965- Muammar Kadafi, entonces un joven oficial militar, observaba indignado cómo el Rey Idris, quitado de la pena, despilfarraba millones de dólares en apuestas que hacía en un casino de Londres. Con el gesto adusto, la quijada apretada y la mirada dura puesta en aquel hombre monárquico, se juró a sí mismo que lo derrocaría y pondría orden en su país, cosa que cuatro años más tarde cumpliría.

Interesado en poner en práctica la justicia social por medio del socialismo, Kadafi puso manos a la obra e instauró un régimen que intentó ser igualitario, a favor de la población.

Fue acusado por Occidente de patrocinar la insurgencia extranjera –para entonces ya considerada terrorista para desprestigiar a los movimientos independentistas y tener las manos libres para socavarlos sin obstáculos-, condiciones, ambas, que le valieron la enemistad de Estados Unidos, algo parecido a lo sucedido a Fidel Castro, aunque por lo distante de la geografía y otras circunstancias no fue objeto de un constante hostigamiento y bloqueo como el que por más de 50 años ha padecido Cuba.

Su régimen dio por resultado un sistema que contribuyó a un nivel educativo relativamente alto y a un nivel socioeconómico de la población mucho mayor que en los países vecinos de África del Norte, cuyos gobiernos están sometidos a Estados Unidos.

Kadafi fue muy activo en tratar de influir a favor de un mundo árabe unificado en oposición del asedio estadounidense, enredándose muchas veces en conflictos derivados del mundo bipolar dominado por soviéticos y estadounidenses, jugando un papel en ocasiones contradictorio, pero más debido a la mano estratégica de Estados Unidos que se le oponía permanentemente.

Harto de la participación de Libia en asuntos geopolíticos del mundo árabe, como correspondía por ser su entorno natural, Estados Unidos bombardeo su capital, en 1986, con Ronald Reagan en el poder, por estorbar a su objetivo de controlar la zona, lo cual acusó un determinismo por acabar con el régimen de Kadafi, que al parecer ahora, 25 años después, podría hacerse realidad.

Kadafi se sostuvo en su mística de hombre revolucionario todo lo que pudo, pero a diferencia de Fidel Castro que nunca cedió a la tentación de hacerse “amigo de sus enemigos”, ante el asedio de los carismáticos líderes políticos occidentales, representantes fieles de los vendedores de armas y las transnacionales petroleras, sucumbió.

Después de ser el hombre rechazado y denostado por Occidente, un buen día las transnacionales transaron con él. Entonces Kadafi invirtió miles de millones de dólares para contribuir a enriquecer y complacer a las poderosas empresas armamentistas y petroleras occidentales, y ahora Kadafi se pregunta: “Pero, ¿y por qué a mí?”, en referencia a la invasión armada extranjera que le cayó encima.

Digamos que Kadafi, llamado en el pasado el Che Guevara árabe, cedió a la tentación de intentar ser Dios personificado, cuando en realidad se estaba convirtiendo en el mismo Diablo, -al igual que los dueños de las poderosas corporaciones occidentales que son quienes toman en el mundo las grandes decisiones-, imagen elocuente que él veía, años atrás, en el Rey Idris.

La tesis dominante es que Estados Unidos, preocupado por la rebelión árabe, está utilizando a Libia como distracción para, mientras tanto, sofocar las rebeliones y hacer la contrarrevolución en Túnez y Egipto… sin que se note, lo mismo que en otros países árabes donde ha habido también brotes de descontento, como en Arabia Saudí, cuyo gobierno aplastó las protestas, lo mismo que en Kuwait y otras naciones del Norte de África, sin que los medios de comunicación denuncien a esos gobiernos favorables a los norteamericanos.

Al mismo tiempo busca deshacerse de un líder incómodo, como es el caso de Kadafi, quien podría resucitar como revolucionario y hacerle la contra. Y bueno, de lo que se trata, a fin de cuentas, es de evitar a toda costa que los gobiernos de los países árabes caigan en manos de élites dispuestas a independizarse de Estados Unidos y recuperar como naciones su dignidad.

Enviado por su autora

 


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