Revista Arquitectura
Ya he dicho todo lo que tenía que decir sobre la novela de Alessandro Baricco en mi entrada anterior, pero no resisto dedicar una más al texto que me llevó a recordar a uno de mis amigos, él sabe quién.
En Sumatra, frente a la costa norte de Pangei, cada sesenta y seis días emergía un islote en forma de cruz, cubierto por una densa vegetación y aparentemente deshabitado. Permanecía visible durante unas cuantas horas, después volvía a hundirse en el mar. En la playa de Carcais, los pescadores del pueblo habían hallado los restos del navío Davemport, naufragando ocho días antes en el extremo opuesto del mundo, en los mares de Ceilán. Rumbo a Farhadhar a los marineros se les aparecían unas extrañas mariposas luminosas que provocaban aturdimiento y sensación de melancolía. En las aguas de Bogador había desaparecido un convoy de cuatro buques militares, devorado por una única enorme surgida de la nada en un día de calma.
El almirante Langlais hojeaba lentamente aquellos documentos llegados de las más diversas partes de un mundo que, evidentemente, se aferraba a su locura.
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La mano de Langlais era el seno sobre el que iban a posarse sus viajes.
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La presente noticia debe considerarse carente de fundamento y, como tal, queda prohibido que sea divulgada o citada en los mapas y en los documentos del Reino.
O, para siempre, una límpida vida.
La presente noticia debe considerarse verdadera y, como tal, aparecerá en todos los mapas y documentos del Reino.
De la novela "Océano Mar", de Alessandro Baricco.