Dentro de poco menos de un mes, el 15 de diciembre, se cumplen ochenta años del estreno de “Lo que el viento se llevó” (“Gone with the wind”, 1939). Y para mí, no hay mejor manera de conmemorarlos que haciendo un pequeño artículo sobre esta impresionante película ganadora de diez premios Óscar.
“Lo que el viento se llevó” transcurre durante la guerra civil estadounidense y el posterior período de reconstrucción del sur del país. El metraje total es de tres horas y cincuenta y cuatro minutos dividido en dos partes. Es la historia de un mundo del que no quedan nada más que sueños. Tienos cuatro personajes principales: Rhett Butler (Clark Gable), Ashley Wilkes (Leslie Howard), Melanie Hamilton (Olivia de Havilland) y Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) que es la gran protagonista y alrededor de ella orbitan los demás personajes. El filme es una epopeya de amor larga y accidentada como la carretera por la que, en la primera parte, escapan Scarlett y Rhett de la ciudad de Atlanta, siendo esta una de las escenas de mayor poder visual del filme. Y como esta carretera, la historia de amor no puede desmarcarse del paisaje que, en este caso, es la guerra sin cuartel entre las viejas formas del sur y las nuevas formas del norte.
Otra epopeya, quizás más borrascosa, fue su filmación. Demoró dos años convertir el libro de la escritora estadounidense Margaret Mitchell en una película. El guion original estuvo a cargo de Sydney Howard, pero era demasiado largo y fue reelaborado varias veces antes de llegar a su versión final. Es imposible determinar a ciencia cierta quien aportó más a dicha versión, aunque el único guionista acreditado fue Howard que recibió el Óscar por su trabajo. El casting masculino también fue un problema puesto que el productor David O. Selznick quería desde el principio a Clark Gable para el papel de Rhett Butler y este no estaba disponible en ese momento. Por esta razón fue necesario esperar hasta 1938 para empezar a filmar. Y entonces, Selznick despidió al director George Cukor y contrató a Victor Fleming quien tenía una visión más acorde a la película que Selznick quería hacer. Y finalmente, queda la epopeya por encontrar a la actriz que interpretaría a Scarlett O’Hara. Se entrevistó a 1400 mujeres de todo el país en lo que probablemente sea el mayor casting de la historia y se rechazó a actrices de la talla de Katharine Hepburn (ganadora de 4 Óscar a la mejor actriz) y Joan Crawford. La ganadora fue Vivien Leigh, una chica británica, desconocida para el gran mundo del cine y que se convirtió en el buque insignia que ha llevado a la película por sus ochenta años de éxito.
¿Y por qué resalto tanto a Vivien Leigh?
Porque Vivien Leigh es Scarlett O’Hara: la única posible. Y Scarlett O’Hara es el núcleo de “Lo que el viento se llevó” y la mejor razón para ver la película. Ella encarna a la leona que lucha por lo suyo y por obtener el éxito a pesar de todas las adversidades. Su determinación por salir adelante, realzada por sus arrebatos de emoción, determina su tormentosa vida amorosa. Pues para Scarlett el viento no solo se lleva la tradicional vida sureña, sino que, una y otra vez, le arrebata todo lo que hay en su vida y ella resiste sus embates sin, incluso en el trágico final, darse por vencida.
También hay que destacar el trabajo de Clark Gable en su papel de Rhett Butler que representa perfectamente al seductor ideal que reparte su tiempo y atención entre diferentes mujeres. La escena donde se conocen Rhett y Scarlett es extraordinaria y desborda creatividad. En mi opinión todas las escenas entre ellos están muy bien realizadas y ya de por si son una excelente razón para disfrutar el filme.
En el momento de su estreno la película fue todo un fenómeno para el público y aún hoy es, si se considera los ajustes por inflación, la película más taquillera de la historia. Aun así, no es perfecta y los ochenta años transcurridos desde su estreno no le han sentado bien. En la actualidad se reconocen algunos de sus defectos más importantes que son la inexactitud con que retrata la sociedad sureña de la época, su metraje demasiado extenso y su mal manejo de la progresión dramática en la segunda parte del filme.
En la sociedad sureña retratada en la película todas las mujeres son hermosas y felices con su vida y los hombres perfectos caballeros, discuten los asuntos importantes mientras las damas duermen la siesta. Los grandes bailes y la diversión eran comunes y los esclavos de las plantaciones están contentos con su situación y son bien tratados por sus amos. Esta inexactitud, casi falsedad, fue criticada duramente por la comunidad afroamericana en el momento del estreno y en la actualidad sigue siendo un motivo de estigma para el filme.
A pesar de este tratamiento que, hay que reconocerlo, es incorrecto la película tuvo un efecto positivo para la percepción que tenía la industria cinematográfica de los interpretes de raza negra y la actriz Hattie McDaniel obtuvo el Óscar a la mejor actriz de reparto por su papel de la criada Mammy. Se considera que este efecto fomentó mucho la incorporación de otros actores y actrices negros a la industria cinematográfica.
Con respecto al metraje y al drama la primera parte tiene las imágenes y los momentos más impactantes ya que se centra en la guerra de secesión y el final de esta es particularmente importante para el desarrollo del personaje de Scarlett O’Hara. La segunda parte es más lenta y describe la transformación y la ruptura de los tabúes impuestos a las mujeres, así como la consolidación de la relación de Scarlett y Rhett. Creo que, ciertamente, pudiera haber sido más rápida y resaltar más el impacto sobre la sociedad de las acciones de Scarlett, pero considero que sigue siendo interesante y tiene también momentos extraordinariamente impactantes. El final es bueno y atrevido; creo que aún hoy mantiene su poder sobre el espectador.
En resumen, “Lo que el viento se llevó” es un clásico del cine occidental que cuenta una historia de amor realista y con una protagonista fuerte y bien interpretado por Vivien Leigh. No es perfecta, sin embargo, tiene suficiente calidad para hacerle pasar al espectador un rato agradable y causar una magnifica impresión. A ochenta años de su estreno sigue siendo una de las mejores y más significativas películas de la historia. Vale la pena verla en el año de su aniversario.