Puede que sea coincidencia, pero esta semana tengo encima de la mesilla tres libros sobre decrecentismo: "Simplicidad radical", de Jim Merkel, "La vida en los bosques", de Thoureau, y "La habitación de Pascal", de Jorge Riechmann. Debo decir que sorprendentes los tres, cada uno en su linea, la técnica de Merkel, la ochocentista de Thoureau, y la filosófica de Riechmann, y por supuesto, recomendables de todo punto.Y es que, igual que hemos trabajado por dejar de fumar, una vez nos dimos cuenta de que el sistema nos había enfermado para su enriquecimiento, deberemos trabajar para dejar de "desear", toda vez que también hemos detectado que el sistema nos ha enfermado con el mismo fin.
Pero habrá quien piense: "Claro, como los parados, los que estamos en las últimas nos gastamos tanto y tan mal, con tanto derroche......."Nada mas lejos de mi intención que intentar predicar, y mucho menos hacia los que peor lo están pasando. Pero mi escuela viene de largo. Cada vez que en casa ha habido un problema económico, y cuando digo un problema me refiero a uno grave, no a llegar con dificultad a fin de mes, que eso ha sido siempre, no he tenido mas que la sensación de que habría que organizarse de otra forma para poder subsistir hasta que pasara el chaparron. ¿Qué quiero decir con esto?, que en casa siempre se ha disfrutado de lo gratis porque no había mas remedio: El llamado ocio alternativo, en nuestro caso, no ha sido nunca alternativo, sino obligatorio: pasear, leer, conversar, meditar...... La respuesta a la tan oida frase de los niños "Mamá, me aburro...." iba seguida de la tan oida en casa de "pues piensa, que pensar es gratis". De esta manera, nunca he vivido la estrechez económica nada mas que como una forma diferente de organizarse, intuyendo, siempre, que nada de lo que era verdaderamente necesario nos estaba faltando: si no había para filetes, había para garbanzos, y si no había para ir al cine, se iba a pasear al campo. Evidentemente no estoy hablando de precariedad grave, pero si para esa escasez sensata que hay quien vive como un auténtico drama. Casas donde los niños no tienen manos para atender a tanto invento informático, dudosamente educativo, donde las luces están inutilmente encendidas, o donde la expresión "ir de compras" se utiliza habitualmente. ¿No habrá que salir a comprar las cosas cuando éstas hacen falta? ¿como es la cosa? En fin, yo me siento en una butaca en invierno, a echar una siesta cuando da el sol a través de la ventana, y proyecto entre sueños mis próximos hallazgos, mis libros por escribir, el bizcocho que haré por la noche, y juro que no echo de menos El Corte Inglés.