No leo revistas del corazón. No me interesan. Cada uno tiene su modo de entretenerse o de utilizar el tiempo libre, de ocio, suele decirse en lenguaje más o menos coloquial. Nunca tuve mucho, pero tanto mi marido como yo, por fortuna supimos aprovecharlo bien. No hace falta decir que en la variedad está el gusto, ni que cada persona es libre para hacer de su capa un sayo.
Ocio es liberación. Hubo veces que lo cambié por trabajo y digo trabajo real y cansaba pero la paz que sentía luego era tan grande que merecía la pena. Uní ocio/viajes, ocio/aprendizaje, ocio/patear rutas, ocio/conocer ciudades, ocio/aprender, ocio/escribir, ocio/leer cuanto pude y puedo, ocio/ordenar espacios que luego ocupo con otras cosas que me gustan. Ocio/mantener unidas a un grupo de personas durante la pandemia y en los días que van transcurriendo, salvo dos buenas amigas que se fueron sin permiso al viaje del que es imposible volver. Lo hago mediante llamadas al móvil, mensajes y llamadas de teléfono -cuando la voz no se me convierte en hilo delgado o afonía duradera y persistente- a pesar de ir a clase con Sara -una excelente profesional- que debe sentirse frustrada pues ella pone todo el interés para que yo, al menos, me pueda defender, con algo de ese don divino de la palabra hablada. Un regalo, que se toma vacaciones sin permiso; me pasó por la emoción una gran pérdida; forma en la garganta un muro infranqueable a pesar de que tomo infusiones, miel con limón y haga que, la hierba del cantor, haciendo ese ruido tan tonto allá en el fondo de mi garganta, logre pocos avances.
A pesar de mis aficiones que van desde el ganchillo, punto, frivolité, encaje de bolillos o labores de lagartera y para esas no se necesita hablar, y tampoco ahora practico. Como tampoco navego por paraísos-bosques de Internet, salvo cuando necesito información o buscar algún dato. Será porque las redes sociales me huelen a sacrificio como las redes que en Villagarcía de Arosa, al volver de la pesca los hombres, ellas, repasaban para tenerlas prestas para que de mañana, el marido, saliese de nuevo a la mar y no se escapara ni un pez. Leo que en España los jóvenes navegan por las redes y un 1,5 % está enganchado. China, Taiwán Y Corea nos ganan. Ojalá no nos igualemos.