Revista Sociedad

Ociosos

Publicado el 06 septiembre 2022 por Salva Colecha @salcofa

Me parece que ya empieza a sonar Amaral con aquello de “No quedan días de verano” o hasta si me apuras el Dúo Dinámico con “El final del verano”… Resignación. Los días ya van acortando, vamos abandonando el paseo marítimo y poco a poco la rutina irá llenando los días. En unas semanas este verano pasará a engordar la lista de recuerdos. Espero de todo corazón que sean unos buenos recuerdos, imborrables. Yo por lo menos lo he intentado, aunque, más a menudo de lo que quisiera me ha tocado volver a pensar en los asuntillos porque, claro, estamos de vacaciones pero no acabamos de desconectar. ¿Verdad?

Pues mira, igual vamos a poder tener más tiempo libre para no acabar de desconectar nunca. Según se va leyendo por ahí va cuajando la idea de recortar la jornada laboral o incluso acortar la semana (permíteme que lo dude). Así, de buenas, la idea puede resultar genial pero si te paras a mirar un poquitín desconfiarás como muchos. Quieren que trabajemos menos para que produzcamos más. No se trata de preocuparse por nuestra salud o intentar que nuestras familias parezcan eso, una familia o de que llevemos una existencia un poco más humana. Sólo pretenden que les engordemos más la producción para que así, ya dicho sea de paso, aceleremos el sistema perverso que nos da dinero a cambio de nuestro tiempo de vida. Si te paras a pensar no estamos haciendo más que entregar horas y horas de nuestra existencia en una rueda de consumo, muchas veces inútil, que se retroalimenta y que hace que cambiemos algo volátil y artificial como “el parné” por algo irremplaçable como es nuestro tiempo de vida. Hay que ver como me ha dado el sol en la cocorota, ¿verdad?

Volviendo a lo de reducir la jornada para tener más tiempo. Tal y como lo venden es como si les debiéramos algo, como si nos “concedieran” momentos libres en NUESTRA propia vida. ¿De verdad hemos llegado a un punto en el que nuestros momentos de descanso han de ser concedidos por otros? Igual eso nos pasa porque no llegamos a entender en que el ocio no consiste en no ir al trabajo, en que es algo necesario para nuestro equilibrio mental, que ya anda tocadito, en que es un valor preciado en sí mismo.

Cada vez tenemos menos tiempo libre y el que tenemos anda contaminado y lastrado. Si es lo que estás pensando, la tecnología tiene bastante que ver, todo el día acariciando pantallitas, pero también el que estamos tan acostumbrados a hacer setecientas cosas al mismo tiempo que trasladamos eso a nuestro tiempo libre y nos sentimos culpables si no “hacemos algo”. No cabe en nuestras cabecitas postmodernas que igual el tiempo no se gasta sino que se pasa y nadie nos enseña nunca a apreciar el placer ese que encierra el hacer “nada”, sentarse a mirar las musarañas mientras cae la tarde y damos un poco de paz al cerebro. ¿Te acuerdas?

Empezamos temporada, la décima. ¿Quién lo diría? ¿Seguimos adelante?


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