Revista Educación
Ya suman ocho. Las derrotas me pesan como plomo, son lágrimas en mi diario de adolescente. No existo para ti, no hay miradas de complicidad ni palabras o gestos que me animen a hablar contigo. Es mi remolino el que me condena a repetir las mismas curvas y a creer en mis posibilidades. Los golpes me aturden, las caídas se acumulan en el alma y me hacen sentir la frustración en su estado máximo. Hay otros peces en el mar, pero es mi obsesión de vivir a contracorriente la que me conduce a ti. No tienes novia, quizás tengas tus historias y tus comeduras de cabeza, como yo. Tu aire de chico malo me seduce y me quita el habla. Te contaría que soy una chica normal, con sus manías y sus defectos pero también con sus virtudes y muchos sueños por cumplir. Te diría también que me tiene loca tu mirada azul, tu voz, esa sonrisa encantadora y segura de sí misma. Pero sumo y sigo porque aún no me has hecho ni una pizca de caso. Y mañana en el instituto masticaré la novena. Otra derrota más para la colección, hasta que me mires o hasta que la corriente me trague mar adentro.