En 1917 la guerra contra Alemania entraba en su fase decisiva, cuando el 23 de febrero el pueblo ruso tomó las calles de Petrogrado para protestar contra el racionamiento de alimentos.
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Tras una semana de disturbios, el zar Nicolás II abdicó poniendo fin a la dinastía de los Romanov.
Octubre Rojo, un mes que cambió el mundo
La Revolución de Febrero dividió Rusia en dos. El ejército entre oficiales y soldados, las ciudades entre burgueses y obreros y el campo entre pomieschtchiki y campesinos. De la constelación de grupos políticos que se disputaban el poder, surgió un gobierno provisional presidido por Kerensky con el apoyo de los demócratas liberales y socialistas moderados destinado a formar una Asamblea Constituyente, sin embargo fracasaría debido a las tensiones entre burgueses y revolucionarios. En Robotchi i soldat Lenin declaró que
«el Gobierno Provisional constituye una traición al pueblo».
Al otro lado del espectro político el general Kornilov planeaba una dictadura militar que desembocaría en el fallido golpe de estado septiembre.
El principal motivo de fricción era la política exterior con Alemania. Kerensky pretendía continuar la guerra junto a los Aliados, los bolcheviques abogaban por una paz sin condiciones ni anexiones, posición que les granjeó el apoyó de los soldados, desmoralizados por la falta de municiones y provisiones. La posibilidad de entendimiento se frustró cuando Riga cayó en septiembre en manos alemanas.
El Imperio Ruso se desmoronaba. En Finlandia, Ucrania, Polonia y Bielorusia surgieron movimientos nacionalistas. Siberia y el Caucaso demandaban sus propias Asambleas Constituyentes. En el Don los cosacos tomaban el poder bajo el mando de Kaledin. El sindicato ferroviario amenazaba con una huelga. Nadie definió mejor que el general Alexeyev el clima que condujo a la Revolución de Octubre:
«Rusia es una casa de locos».
Las continuas promesas incumplidas radicalizaron a los obreros que el 5 y 25 de septiembre respectivamente entregaron el control de los soviets de Moscú y Petrogrado a los bolcheviques. En su famosa Carta a los Camaradas de octubre Lenin escribió:
«o abandonamos nuestro eslogan de “Soviets al poder” o hacemos la revolución. No hay término medio».
Dicho lo cual Trotzky ordenó que se repartieran fusiles entre los delegados obreros.
Los Aliados temían una insurrección que sólo podía beneficiar a Alemania, el Times londinense afirmaba en una editorial de primeros de octubre:
«La mejor medicina contra el bolcheviquismo son las balas».
Inmediatamente Kerensky ordenó la movilización de los cosacos y la artillería junkers fue llevada Palacio de Invierno, sede del gobierno. Además censuró los periódicos revolucionarios y decretó el arresto de los líderes del soviet de Petrogrado. Dichas medidas eran la declaración de guerra que los bolcheviques estaban esperando. Por si la guerra contra Alemania no fuera suficiente, en Rusia había estallado la guerra civil.
El día 24 de octubre las calles de Petrogrado fueron testigo de violentos combates armados. La lucha se extendió a Kiev, Kazán, Krasnoyars, Finlandia y Moscú. Dos días después los bolcheviques tomaron el Palacio de Invierno y Kerensky huyó al frente. Trotzky declaró el fin del Gobierno Provisional y la asunción del poder por el soviet de Petrogrado bajo la presidencia de Lenin, cuyas primeras medidas fueron proponer la paz con Alemania, la transferencia de tierras a los campesinos y el control de la producción por el proletariado.
Los bolcheviques habían conseguido el poder, ¿podrían defenderlo? En el frente Kerensky había reclutado un poderoso ejército al que la guarnición de Tsarkoye Selo se rindió sin presentar batalla el 29 de octubre, pero cometió el error fatal de ejecutar a los ocho delegados militares que habían apoyado la insurrección contra los oficiales. La noticia se extendió como la pólvora entre el resto de guarniciones del país, pocos días después el Soviet de Petrogrado recibía un telegrama que decidiría el curso de la historia:
«¡Camaradas! El ejército del Frente Norte está a vuestro servicio».
Los ojos del mundo estaban puestos sobre Rusia. El día 30 de octubre el ejército rojo derrotó a las tropas de Kerensky en Pulkovo. En cuanto las noticias de la victoria llegaron a Petrogrado, Trotzky tomó la palabra para realizar una de sus primeras declaraciones públicas en su nueva condición de ministro de exteriores:
«La derrota de Kerensky es la derrota de los terratenientes y la burguesía. No hay vuelta atrás».
Aunque sede del gobierno, Petrogrado era la ciudad de los artistas e intelectuales. Moscú representaba mejor el sentimiento del país en relación a la revolución. El 31 de octubre tras un largo bombardeo el ejército junker apostado en el Kremlin se rindió a la milicia obrera. Allí la lucha había alcanzado una ferocidad fratricida: miles de víctimas y daños irreparables. Por primera vez desde la entrada de Napoleón en la ciudad las velas de la Capilla de la Virgen Ibérica estaban apagadas, pero en las calles se cantaba La Internacional y en el Kremlin lucía una pancarta:
«larga vida a los obreros del mundo unidos».
En cualquier caso, Rusia era un país agrario y el éxito de la revolución dependía del campo. El 80% de la población rusa estaba formada por campesinos y una dictadura del proletariado sin su beneplácito era imposible. El campesinado era en su mayor parte ideológicamente conservador, aunque el masivo retorno de soldados que en el frente habían entrado en contacto con las ideas revolucionarias estaban influenciando su mentalidad.
El 25 de noviembre se celebró un Congreso de Campesino, bajo la presidencia de Maria Spiridonova, para decidir la aprobación o rechazo del Decreto Agrario bolchevique. Tras días de intenso debate, Lenin subió a la tribuna y se dirigió a los delegados en los siguientes términos:
«Campesinos, responded sinceramente: ¿a quién hemos dado la tierra de los pomieshtchiki? Esta es una lucha de clases. La propiedad de la tierra en Rusia es la causa de vuestra opresión y su confiscación es el paso más importante de nuestra Revolución».
El 28 de noviembre el Congreso de Campesino aprobó el Decreto Agrario, era el apoyo que Lenin necesitaba.
Autor: Miguel Angel Álvarez para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
Ten days that shook the world, John ReedDie Büchse der Pandora (La caja de Pandora), Jörn Leonhardhttps://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/24-x-17.htm
http://ciml.250x.com/archive/lenin/english/lenin_octoberrevolution_peasants.html
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