Fue, como en los cuentos, un dĂa en el pasado en efecto; allĂĄ por los aĂąos 60 del anterior siglo, en un mes de septiembre, a punto de acabarse ya el verano, aunque con el sol calentando todavĂa las maĂąanas; y en las eras del pueblo los Ăşltimos vestigios de las labores agrĂcolas llevadas a cabo durante unos apretados y agobiados dĂas de los meses de julio y agosto. Y serĂa también entonces cuando un grupo de pre adolescentes del pueblo partirĂamos de allĂ y confluirĂamos, por mor de un destino asĂ buscado, en el Colegio de frailes de los padres alemanes de la localidad de Cervera de Pisuerga.
Cervera de Pisuerga | @CuriosĂłn
No fue fĂĄcil despedirse de la familia, los amigos y los vecinos en general del pueblo, y salir de pronto en pos de un destino totalmente nuevo y que representaba toda una incĂłgnita sobre lo que éste nos pudiese deparar; teniendo por delante todo un largo aĂąo de acontecimientos, con realidades enteramente desconocidas y en un ambiente que, a la postre, no sabĂamos si nos iba a resultar propicio y fĂĄcil de sobrellevar en el dĂa a dĂa. Y allĂĄ que nos fuimos a la aventura de alguna manera, con nuestra maleta de cartĂłn en ristre, llena de ropa, sĂ; pero también de ilusiones jĂłvenes –por qué no decirlo-, que ya reverberaban inquietas dentro de nosotros. Y, de otro lado, expectantes ante la grandiosidad manifiesta de un Colegio de nueva construcciĂłn con el que Ăbamos a encontrarnos frente a frente; y del que se nos habĂa hablado que destacaba por su monumentalidad y modernidad; llegando a impactarte sobre manera estando en su presencia, como nos habĂan adelantado. Y, no obstante un montĂłn de dudas pululando sobre nuestras cabezas, que nos salĂan al encuentro a cada paso, tomamos la decisiĂłn de acudir a la cita con un nuevo destino el dĂa previamente acordado. Y asĂ, partimos en pos del mismo en un viaje de unas cuantas horas hasta la localidad de Cervera de Pisuerga, a la que ya previamente habĂamos ubicado con total exactitud en el mapa provincial. A medida que Ăbamos llegando al colegio de manera individual o por grupos, esperĂĄbamos en el patio, con nuestras respectivas maletas al lado, a que se nos indicase el camino de los dormitorios para poder deshacer las mismas y colocar los efectos hasta allĂ llevados en la correspondiente taquilla que actuaba como armario ropero al uso. En lo que pasarĂa a ser el primer contacto con aquella gran mole colegial allĂ frente a nosotros. Toda una continuada sorpresa, por lo que poco a poco Ăbamos conociendo de aquellas instalaciones colegiales tan impactantes a ojos de unos chavales que rondĂĄbamos los 11 Ăł 12 aĂąos. Durante todo el dĂa, irĂamos llegando al colegio por grupos y por tandas, juntos los que procedĂamos del mismo pueblo o pueblos prĂłximos aprovechando el medio de transporte mĂĄs cercano. Y sin separarnos demasiado del grupo en las primeras horas, ante la gran novedad que significaba todo aquello para nosotros, que hasta nos tenĂa un tanto confundidos y desubicados, segĂşn el sentir mĂĄs comĂşn en nuestras conversaciones en los grupos. Con las primeras instrucciones de tipo doméstico para comenzar a poder movernos con una cierta soltura por el Colegio ya trasladadas, lo siguiente serĂa un tiempo largo de libertad en el patio, despejando morriĂąas y con el pensamiento abstraĂdo, incluso dejando entrever alguna que otra lĂĄgrima; paseo para acĂĄ y paseo para allĂĄ hasta que fuesen llegando el grueso de los alumnos. Matando también parte de aquel tiempo en intrascendentes charlas con los compaĂąeros mĂĄs cercanos, y tomando el primer contacto con otros de una cierta proximidad geogrĂĄfica, que nos unĂamos por pura simpatĂa. Y asĂ en esos menesteres andĂĄbamos, hasta que, de pronto, a una hora indeterminada de la tarde, que caminaba poco a poco hacia su total ocaso, aunque todavĂa con luz bastante en el exterior, el sonido de un timbre avisador que escuchĂĄbamos por primera vez, nos convocarĂa a todos ante la puerta que desde el patio daba acceso al interior del Colegio. OrganizĂĄndonos a continuaciĂłn en una serie de filas, las primeras a las que asistĂamos, para poder acceder en perfecto orden hasta el comedor. Luego, andando el tiempo, estas filas serĂan ya una constante en nuestro dĂa a dĂa a la hora de iniciar muchas de las actividades diarias. Con la noche ya vencida en su totalidad ese primer dĂa, y la nostalgia todavĂa muy presente en nuestras mentes, llegarĂa el momento de retirarnos a descansar. Aunque antes de conciliar el sueĂąo, seguro que nuestro pensamiento se encontrĂł viajando una y otra vez en apresurados viajes de ida y vuelta entre nuestras respectivas casas y aquel dormitorio corrido, donde los allĂ reunidos, estĂĄbamos a punto de descabezar el primer sueĂąo de otros muchos que vendrĂan posteriormente a lo largo del tiempo. A los pocos minutos, las luces se apagaron sin previo aviso, y el dormitorio quedĂł sumido en el mĂĄs absoluto de los silencios. Concluyendo asĂ el primer dĂa de nuestra estancia en el Colegio, que en aquellas pocas horas allĂ pasadas, apenas si habĂamos sido capaces todavĂa de discernir realidad de ficciĂłn. Tal era la confusiĂłn que envolvĂa nuestras mentes.
Los dĂas siguientes, con sus pros y sus contras entremezclados, aunque probablemente no a partes iguales, se irĂan sucediendo y desarrollando casi siempre demasiado lentos, aunque a veces excesivamente lĂĄnguidos y parsimoniosos, hasta el punto de aborrecerlos en segĂşn qué circunstancias. Y asĂ, a lo largo de uno, dos o tres aĂąos, segĂşn el aguante personal y la vocaciĂłn de cada cual para con la noble causa que allĂ nos habĂa convocado.
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