Revista Insólito

Ocurrió un día en el pasado

Publicado el 13 diciembre 2023 por Monpalentina @FFroi

Fue, como en los cuentos, un dĂ­a en el pasado en efecto; allĂĄ por los aĂąos 60 del anterior siglo, en un mes de septiembre, a punto de acabarse ya el verano, aunque con el sol calentando todavĂ­a las maĂąanas; y en las eras del pueblo los Ăşltimos vestigios de las labores agrĂ­colas llevadas a cabo durante unos apretados y agobiados dĂ­as de los meses de julio y agosto. Y serĂ­a también entonces cuando un grupo de pre adolescentes del pueblo partirĂ­amos de allĂ­ y confluirĂ­amos, por mor de un destino asĂ­ buscado, en el Colegio de frailes de los padres alemanes de la localidad de Cervera de Pisuerga.


Ocurrió un día en el pasado

Cervera de Pisuerga | @CuriosĂłn


No fue fĂĄcil despedirse de la familia, los amigos y los vecinos en general del pueblo, y salir de pronto en pos de un destino totalmente nuevo y que representaba toda una incĂłgnita sobre lo que éste nos pudiese deparar; teniendo por delante todo un largo aĂąo de acontecimientos, con realidades enteramente desconocidas y en un ambiente que, a la postre, no sabĂ­amos si nos iba a resultar propicio y fĂĄcil de sobrellevar en el dĂ­a a dĂ­a. Y allĂĄ que nos fuimos a la aventura de alguna manera, con nuestra maleta de cartĂłn en ristre, llena de ropa, sĂ­; pero también de ilusiones jĂłvenes –por qué no decirlo-, que ya reverberaban inquietas dentro de nosotros. Y, de otro lado, expectantes ante la grandiosidad manifiesta de un Colegio de nueva construcciĂłn con el que Ă­bamos a encontrarnos frente a frente; y del que se nos habĂ­a hablado que destacaba por su monumentalidad y modernidad; llegando a impactarte sobre manera estando en su presencia, como nos habĂ­an adelantado. Y, no obstante un montĂłn de dudas pululando sobre nuestras cabezas, que nos salĂ­an al encuentro a cada paso, tomamos la decisiĂłn de acudir a la cita con un nuevo destino el dĂ­a previamente acordado. Y asĂ­, partimos en pos del mismo en un viaje de unas cuantas horas hasta la localidad de Cervera de Pisuerga, a la que ya previamente habĂ­amos ubicado con total exactitud en el mapa provincial. A medida que Ă­bamos llegando al colegio de manera individual o por grupos, esperĂĄbamos en el patio, con nuestras respectivas maletas al lado, a que se nos indicase el camino de los dormitorios para poder deshacer las mismas y colocar los efectos hasta allĂ­ llevados en la correspondiente taquilla que actuaba como armario ropero al uso. En lo que pasarĂ­a a ser el primer contacto con aquella gran mole colegial allĂ­ frente a nosotros. Toda una continuada sorpresa, por lo que poco a poco Ă­bamos conociendo de aquellas instalaciones colegiales tan impactantes a ojos de unos chavales que rondĂĄbamos los 11 Ăł 12 aĂąos. Durante todo el dĂ­a, irĂ­amos llegando al colegio por grupos y por tandas, juntos los que procedĂ­amos del mismo pueblo o pueblos prĂłximos aprovechando el medio de transporte mĂĄs cercano. Y sin separarnos demasiado del grupo en las primeras horas, ante la gran novedad que significaba todo aquello para nosotros, que hasta nos tenĂ­a un tanto confundidos y desubicados, segĂşn el sentir mĂĄs comĂşn en nuestras conversaciones en los grupos. Con las primeras instrucciones de tipo doméstico para comenzar a poder movernos con una cierta soltura por el Colegio ya trasladadas, lo siguiente serĂ­a un tiempo largo de libertad en el patio, despejando morriĂąas y con el pensamiento abstraĂ­do, incluso dejando entrever alguna que otra lĂĄgrima; paseo para acĂĄ y paseo para allĂĄ hasta que fuesen llegando el grueso de los alumnos. Matando también parte de aquel tiempo en intrascendentes charlas con los compaĂąeros mĂĄs cercanos, y tomando el primer contacto con otros de una cierta proximidad geogrĂĄfica, que nos unĂ­amos por pura simpatĂ­a. Y asĂ­ en esos menesteres andĂĄbamos, hasta que, de pronto, a una hora indeterminada de la tarde, que caminaba poco a poco hacia su total ocaso, aunque todavĂ­a con luz bastante en el exterior, el sonido de un timbre avisador que escuchĂĄbamos por primera vez, nos convocarĂ­a a todos ante la puerta que desde el patio daba acceso al interior del Colegio. OrganizĂĄndonos a continuaciĂłn en una serie de filas, las primeras a las que asistĂ­amos, para poder acceder en perfecto orden hasta el comedor. Luego, andando el tiempo, estas filas serĂ­an ya una constante en nuestro dĂ­a a dĂ­a a la hora de iniciar muchas de las actividades diarias. Con la noche ya vencida en su totalidad ese primer dĂ­a, y la nostalgia todavĂ­a muy presente en nuestras mentes, llegarĂ­a el momento de retirarnos a descansar. Aunque antes de conciliar el sueĂąo, seguro que nuestro pensamiento se encontrĂł viajando una y otra vez en apresurados viajes de ida y vuelta entre nuestras respectivas casas y aquel dormitorio corrido, donde los allĂ­ reunidos, estĂĄbamos a punto de descabezar el primer sueĂąo de otros muchos que vendrĂ­an posteriormente a lo largo del tiempo. A los pocos minutos, las luces se apagaron sin previo aviso, y el dormitorio quedĂł sumido en el mĂĄs absoluto de los silencios. Concluyendo asĂ­ el primer dĂ­a de nuestra estancia en el Colegio, que en aquellas pocas horas allĂ­ pasadas, apenas si habĂ­amos sido capaces todavĂ­a de discernir realidad de ficciĂłn. Tal era la confusiĂłn que envolvĂ­a nuestras mentes.
Los dĂ­as siguientes, con sus pros y sus contras entremezclados, aunque probablemente no a partes iguales, se irĂ­an sucediendo y desarrollando casi siempre demasiado lentos, aunque a veces excesivamente lĂĄnguidos y parsimoniosos, hasta el punto de aborrecerlos en segĂşn qué circunstancias. Y asĂ­, a lo largo de uno, dos o tres aĂąos, segĂşn el aguante personal y la vocaciĂłn de cada cual para con la noble causa que allĂ­ nos habĂ­a convocado.
Ocurrió un día en el pasado

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