Revista Diario
Tengo un amigo, cirujano plástico, que, como buen cirujano plástico es un poco pijo (lo cual no quita que sea un encanto. Lo cortés no quita lo valiente) que se unió hace unos meses a un grupo de facebook llamado "Por un mundo libre de chándal", cuya filosofía es dejar el chándal para el gimnasio. Lo peor no es que él se haya apuntado a esa idea matadora, sino que el grupo tiene 7499 miembros, entre los cuales hay muchas caras conocidas. Por otro lado, mi prima que, como buena prima, es un poco pija (lo cual no quita que sea un encanto. Lo cortés no quita lo valiente), el otro día, hablando de las "madres" en general, decía que no entendía cómo salían a la compra en chándal, cuando antes iban arregladitas. Evidentemente, no es madre, porque si no, lo entendería, pero esa es otra cuestión. Estos dos hechos han provocado que me vea aquejada de una profunda ruptura de esquemas. ¿Por qué? Dios mío, ¿por qué? ¿Qué os ha hecho el chándal pobrecito mío? Así que me he decidido a escribir esta oda al chándal para ensalzar esa prenda que tanto bien ha hecho a nuestro fondo de armario. Y es que ninguna otra resuelve tan rápidamente las situaciones estresantes. 7.00 AM. Tienes que vestirte a toda leche porque te toca vestir a 2 ó a 3 ó a 4 enanos berreantes (berrean porque quieren seguir durmiendo. Tú también. No berreas porque no tienes tiempo ni de respirar, cuánto menos de berrear) y embutirles un desayuno sano y equilibrado para que la pediatra no te mate en la siguiente revisión, con cereales, leche y fruta, todo ello en media hora. ¿Tienes tiempo de faldita, medias, tacones (sobre todo, tacones), maquillaje, secador...? ¡Qué va! Chándal y arreando. Cuando los dejes en el cole, ya te vestirás con calma. 12.00 del mediodía tras noche de farra. Te levantas arrastrando la pernera del pijama, deseando matar al amigo (ya enemigo) que te convenció para tomarte el último gin-tonic, que, en realidad, fueron tres. ¿Tienes ganas de arreglarte toda mona para bajar a comprar algo comestible o te calzas el chándal y ande yo caliente, ríase la gente? Reivindico desde aquí, aunque nadie me haga ni puto caso, los derechos del chándal, que también tiene su corazoncito. Además, combinado con medias color carne, tacones, un top de rayas, un bolso grande y unos pendientes del tamaño de mi palma, tiene hasta glamour.