Borges, María Kodama y gato desconocido
Borges de joven
Jorge Luis Borges tuvo dos gatos llamados Odín y Beppo. Odín, en honor al dios de la mitología nórdica y Beppo, por Lord Byron. En palabras de Borges “se llamaba Pepo, pero era un nombre horrible, entonces se lo cambié enseguida por Beppo, el gato de Byron. El gato no se dio cuenta y siguió su vida”. Epifanía Uveda, el ama de llaves del escritor argentino durante cerca de cuatro décadas, coautora con Alejandro Vaccaro del libro “El Señor Borges”, explica: “El gato se llamaba Pepo por José Omar Reinaldi, apodado “La Pepona”, un delantero del River Plate. Borges recordó el poema veneciano de Lord Byron que se titulaba ‘Beppo’ y lo rebautizó”. Curiosamente, Fanny, pues así llamaba Borges a la leal Epifanía, murió un sábado 10 de junio de 2006, cuatro días antes del vigésimo aniversario de la muerte del escritor, fallecido el 14 de junio de 1986.
Borges y Beppo
Beppo era un hermoso gato blanco que siempre estaba con Borges. Le gustaba jugar con los cordones de sus zapatos y dormirse en su regazo. Tenía más de 15 años cuando murió y fue una auténtica pérdida para Borges, que ya estaba ciego. Parece ser que entonces dijo: “Quisiera morirme hoy mismo, pero no tengo la suerte que tuvo Beppo. Aunque a lo mejor sí, ahora que estoy con gripe, tal vez muera”.
Con Beppo de nuevo
Algunos dicen que Beppo tenía mal carácter, pero que se llevaba muy bien con Borges. Un día, Fanny vio que Beppo se miraba en un espejo y creía ver otro gato, posiblemente a un rival. Se lo contó a Borges y este le dedicó un poema en la obra “La cifra”, publicada en 1981.
Con Beppo
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Enéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
Portada de Chatrán y su mundo astral, de Vicente O. Cutolo
En el libro “Chatrán y su mundo astral, vida de mi gato siamés”, el historiador argentino Vicente O. Cutolo dedica un capítulo a “Beppo, el gato de Borges” donde cuenta que al autor le impresionaban y seducían los felinos desde pequeño, e incluye algunos dibujos de tigres hechos cuando el famoso escritor era aún un niño. Cutolo también dice que el dueño de una cantina de la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) a quien Borges conocía y que hacía la cuenta en el mantel de papel de la mesa, también se llamaba Beppo.
Borges y Odín
Odín era un gato atigrado que convivió con Borges, pero nunca llegó a ser tan famoso como Beppo. Dicen que sobrevivió casi diez años al escritor, pero no sabemos con quién estuvo. Quizá en su piso de Buenos Aires, pero Borges dejó ese piso a principios de 1986 para trasladarse a Ginebra, donde falleció unos meses después. El 14 de abril de ese mismo año se había casado por poderes con María Kodama, a la que dejó todos sus bienes. Fanny se fue del piso donde había trabajado 40 años a finales de abril. ¿Iría Odín con ella o cuidaría de él María Kodama? No hemos sido capaces de descubrir nada al respecto.
Con el gato negro desconocido
Con Odín
De nuevo con Odín
De los gatos, Borges dijo una vez: “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me protegiera”. Y también: “Siempre preferí el enigma que suponen los gatos”. Las fotos que publicamos demuestran que Borges también tuvo o conoció a un gato negro, pero no sabemos nada de él.
Con dos oficiales de la Embajada china y Beppo
Acabaremos esta entrada con el poema “A un gato”, de la obra “El oro de los tigres”, publicada en 1972.
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.