Revista Diario
Y el momento llegó. Las "visitas" llegaron muy compuestas en el hablar, saludando con simpatía, mientas yo no paraba de pensar en el tema este de ser dueñita de casa servicial y cordial.Traté de pensar en otras cosas, ¡lo juro! pero no... dale con la cantinela, rumiando rabia porque sabía que llegaría el momento incómodo en que me vería sobrepasada de tareas y las "visitas" se harían las lesas... Entré a la cocina, y noté con desagrado que ALGUIEN había dejado una montonera de loza sin lavar... qué rabia wn... ya... mientras lavaba, una de las ilustres me conversaba y miraba como si yo estuviera interpretando un rol en una obra de teatro...Junté más rabia, y más... cuando llegó el momento de servir la once, me bajó la indiada y le dije a la ilustre: "Pucha viste cómo dices que cuando vienes a verme me ayudas tanto, y ni siquiera un plato moviste, o haber dicho 'te ayudo en algo'... ¡quedó demostrado que no es cierto!La susodicha se quedó callada, pero algo ha de haber procesado, porque cuando terminó la once, agarró la loza y calladita ayudó a lavarla... uff qué alivio...Me cargan los estereotipos, como éste de la buena dueñita de casa que es feliz lavando loza. A mí me carga, y casi siempre lo hago por obligación, jamás por agrado. No me siento ni mejor ni peor mujer haciendo esta odiosa tarea.Y fue grato darle la vuelta a algo que me molestaba sobremanera. Fue lealtad conmigo misma, deshacerme de esa rabia de esta forma.No fue si fue o no asertiva, pero pude dar las gracias por la ayuda, y me sentí genial.Una historia de estas, donde se demuestra que la inocencia e ingenuidad no te llevan por los caminos de todos y los de siempre.