El sueño del cine invisible produce milagros. Gracias al éxito de MyFrenchFilmFestival, Filmin, el excelente portal de cine independiente y de autor, ha organizado el primer festival on line de cine español inédito, Atlántida Film Fest, con una selección de 20 películas rodadas entre 2008 y 2011, y visibles hasta el 5 de marzo. Ya no hay excusa posible para limitarse a la cartelera habitual. Y para cine invisible este maravilloso film ruso, Una guerra (2009), solamente estrenado, hasta el día de hoy, en su país, con excepción de unos escasos pases en algún festival o muestra internacional.
La historia tiene todo el misterio y el encanto de una situación, que no deja de resultar en extremo productiva, desde un punto de vista narrativo. Un lugar cerrado al que llega una visita misteriosa. En este caso el lugar es una isla con cinco mujeres reclusas y sus cinco niños que cumplen condena por el horrible crimen que han cometido. A principios del mes de mayo de 1945 desembarca un oficial ruso con una misión secreta, la guerra entre la U.R.S.S. y Alemania está a punto de finalizar, y debe llevarla a cabo lo antes posible.
El oficial alberga un odio visceral contra esas mujeres y el delito atroz realizado, del que todas se reconocen culpables. En los pocos días que pasarán juntos en la isla, las mujeres intentan desvelar a qué ha venido este extraño personaje y, mientras rememoran sus experiencias durante la guerra y procuran sobrevivir como pueden a las condiciones del invierno ruso, adivinarán el motivo de tal rencor.
La directora de la película, Vera Glagoleva, ha realizado un magnífico trabajo de escritura y dirección y el grupo de actrices, Natalya Kudryashova, Uliya Melnikova, Anna Nakhapetova o Kseniya Surikova, pese a un rodaje en unas condiciones indescriptibles en una isla cercana a San Petersburgo, están simplemente magistrales. Una delicada historia, con una fotografía cuidada al extremo y una intensidad dramática que se mantiene en todo momento.
Un perfecto ejemplo de cine invisible sensible a la historia, con minúsculas, y que desvela una barbaridad más cometida en nombre de la patria. Estas mujeres no fueron las únicas responsables del tremendo delito que les imputaba el poder soviético de la época, hubo más, muchas más que sufrieron, junto a sus hijos, la reclusión en prisiones o el destierro en lugares inhóspitos. Todas ellas fueron acusadas del mismo hecho: los padres de sus hijos eran soldados alemanes. Culpables del peor delito en tiempo de guerra: amar.