Tras más de un mes de papeleo y visitas a las oficinas del INSS (organismo estatal competente para las prestaciones de la Seguridad Social), donde se ha de pedir una cita por cada consulta que quieras hacer y adivinar cuál de ellas te corresponde por cercanía al domicilio (no es fácil, responden a criterios distintos, no explicitados, de los distritos municipales) y después de presentar incluso una reclamación por la desconsideración de un funcionario burócrata al que no le importa hacerte esperar casi dos horas para despacharte con que allí no corresponde atenderte, por fin he logrado que se me considere oficialmente jubilado.¡Aleluya! Para ello no fue suficiente cumplir con los requisitos en cuanto a la edad, cotizar una friolera de años sin fallar ni un mes y que la empresa te haya dado de baja como trabajador activo al tiempo que te agradece los servicios prestados, sino que además hube de demostrar mi estado civil vía Libro de Familia (¿ha traído usted fotocopia?), cotejar la Vida Laboral, calcular qué porcentaje de retención prefieres que apliquen a tu futura pensión (no vaya ser que en la próxima Declaración de Hacienda tengas de devolver una burrada) y facilitarles un número de cuenta bancaria en la que ingresar la futura pensión contributiva.
Nada de lo anterior lo informan con detalle y claridad, sino que se descubre con cada visita al INSS para aportar cada nuevo documento requerido. Después de superar todos los obstáculos que te ocasiona la falta de diligencia del empleado de turno, al final consigues que acepten la solicitud de jubilación. Al cabo de un tiempo, que vives con el temor de que todavía no esté todo en regla, recibes una carta en la que se te comunica que reconocen tu derecho a una pensión del sistema de la Seguridad Social, cuyo importe no coincide exactamente con lo calculado porque siempre existe un parámetro que no habías tendido en cuenta por simple desconocimiento. Ya no te importa.
En esa carta te notifican la resolución acordada con el desglose del cálculo para la pensión, adjuntan un folleto sobre una página web de la Seguridad Social para que puedas hacer no sé qué diligencias ahora que te sobra tiempo y una Guía del pensionista con datos que hubieras agradecido saber con antelación. Y como colofón, añaden una encuesta para que valores el servicio que te han prestado. ¿Querrán que identifique al funcionario burócrata? Mejor olvidarlo y dedicarse a lo que hace todo jubilado: ordenar a su gusto la vida que le resta. ¡Ya soy un jubilado, oficialmente! Ingenuo de mí, antes de enfrentarme a la burocracia creía que lo sería simplemente por alcanzar la edad y haber cotizado.