Revista Cultura y Ocio
La sala de espera se encuentra colmada. Los murmullos entre los reclamantes se mezclan en el aire enrarecido y acompasan al parpadeo molesto de los tubos fluorescentes. Los que están de pie sufren las horas con un balanceo alterno. Unos pocos, leen. Otros, callados, cuelgan su mirada en algún rincón. El resto aplaca el fastidio conversando con sus vecinos ocasionales: –Es la segunda vez que vengo. La primera fue hace como diez años, por el mismo deseo de tener mi casa propia. –Lo mío no es tan importante. Compré unas vacaciones al Caribe. La agencia cerró antes del viaje y los dueños se fugaron con el dinero y con mis ilusiones. Pero a esa mujer que está ahí sentada le fue peor. Soñó toda su vida que envejecería en su casa junto a sus seres queridos. En cambio sus hijos la metieron en un geriátrico y vendieron la casa. Desde la puerta de la oficina asoma la cara agria de un funcionario: –No nos hagan perder tiempo, señores. Solo recibimos quejas por los sueños comunes que se truncaron. Los sueños imposibles no tienen garantía. ¡Pase el que sigue!
© Sergio Cossa 2012
Pie de página del feed