Durante un tiempo existió (y quizá aún exista) la tendencia a crear espacios de trabajo abiertos con el objetivo de primar la cultura colaborativa y con ello favorecer la creatividad y la innovación, la razón sería que a más contacto, más ideas.
Creo firmemente que nos hemos obsesionado con el trabajo en equipo y sobrevalorado la cultura colaborativa como la formula óptima para obtener los mejores resultados. En este camino, hemos perdido el enfoque y penalizado la explotación de las cualidades individuales. Probablemente ni lo uno es tan bueno, ni lo otro tan malo, y justamente debemos propiciar un espacio para cada cosa, aquí es donde sí se optimizan los resultados.
Por ejemplo, en lo que sería el paradigma de ejercicio colaborativo/creativo: un brainstorming. Este se demuestra poco efectivo si no hay un trabajo reservado e individual; realizar el ejercicio directamente en el grupo impide que se explote todo el potencial individual ya que elementos como el miedo a ser juzgado, o al ridículo, pueden coartar la libre expresión y dejar buenas ideas en el tintero.
Una de las consecuencias más visibles de esta cultura del grupo se refleja en las modernas oficinas con espacios diáfanos y con poca privacidad. Oficinas con puertas siempre abiertas, parecerán muy sociales, pero no favorecen ni la productividad ni la creatividad.
Prueba de ello es el estudio ‘Coding War Games’ de Tom DeMarco y Timothy Lister donde se comparó el trabajo de 600 programadores de 92 empresas distintas y los resultados concluyeron que:
‘Los programadores de la misma empresa tuvieron aproximadamente el mismo rendimiento, pero había grandes diferencias entre las distintas empresas. Lo que diferenciaba los programadores de las empresas con mayor rendimiento, no era ni la experiencia ni los sueldos. Era de cuanta privacidad disponían en su espacio de trabajo y como de libres estaban de interrupciones. El 62% de los mejores, reconocieron disponer de un espacio de trabajo suficientemente reservado, comparado solo con el 19% de los programadores con menor rendimiento. El 76% del peor grupo destacó que la gente los interrumpía innecesariamente.’
Así que viendo estas cifras, es importante que todos dispongamos de nuestro espacio, este entorno favorecerá una mejor productividad y también una mayor creatividad. En definitiva, cerrar la puerta no es tan malo.
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