El año pasado descubrí la trilogía del Baztán de la autora Dolores Redondo, cuyas dos primeras partes son El guardián invisible y Legado en los huesos. Luego, tuve que esperar a que publicaran la última entrega, Ofrenda a la tormenta, y a que pudiera hacerme con ella. Vamos, que cuando se lo regalaron a mi padre estas Navidades, lo cogí con muchas, muchas ganas y prácticamente me lo leí en dos días porque, otra cosa no, pero está de lo más interesante.
Ha pasado un mes desde que Amaia recuperara a su hijo y su madre, Rosario, desapareció, por lo que todos la dan por muerta. Sin embargo, Amaia no sólo no se lo cree, sino que teme que Rosario vuelva a terminar lo que empezó. El desasosiego es peor porque, a excepción de su compañero Jonan, nadie comparte su opinión.
Además, la muerte súbita de una niña en Elizondo no parece tal, sino un asesinato, ya que la pequeña tiene marcas en la cara y su padre intenta llevarse el cadáver. Según la bisabuela del bebé, el responsable no es ni más ni menos que Inguma, un demonio que bebe el aliento de los niños y les roba la vida. No obstante, a medida que Amaia se involucra en el caso, empieza a pensar que lo que ocurre es mucho peor, pues empiezan a aparecer casos demasiado parecidos al de la niña de Elizondo.
Llegamos al final de la trilogía del Baztán y lo hacemos con un caso que, aunque no nos pilla de nuevas, sí que resulta inquietante y aterrador desde el principio. Porque habrá muchas novelas negras, muchas historias horribles, pero hay pocas tan descorazonadoras y angustiosas como esta. Al menos, a mí el que se fueran asesinando a bebés recién nacidos me resulta una idea muy, muy fuerte.
Además, es que Dolores Redondo, una vez más, logra que la maldad esté muy presente a lo largo del libro, que la palpes y que te envuelta. Porque, de nuevo, la ambientación de la novela es maravillosa y es que la pluma de Dolores Redondo logra transmitir muchísimo: agobio, maldad, inquietud... Es muy sencillo compartir el miedo de Amaia hacia su madre, también el desasosiego en general que hay en su equipo porque, en serio, menudo caso truculento que tienen entre manos.
Eso sí, lo que no es tan sencillo es soportar a la inspectora Salazar.
Digamos, antes de pasar a la parte con spoilers, que la trama y las subtramas protagonizadas por los secundarios son lo que salva Ofrenda a la tormenta porque lo que es la protagonista, no puede resultar peor. Sí, el caso y la forma en la que la autora cierra la historia que ha planteado a lo largo de las dos novelas anteriores están muy bien, pero su protagonista no está a la altura.
Y, a partir de aquí, hay spoilers.
Así como en la primera novela sí que me gustó, en la segunda empezó a perder puntos a mansalva (las broncas histéricas a su marido por no ser capaz de amamantar a su hijo eran para mandarla a la mierda, por poner un ejemplo) y en esta tercera parte directamente me han entrado ganas de tirar el libro, a ver si así la inspectora Salazar se dignaba en usar su cerebro un mero segundo. Menos mal que se supone que es una policía estrella, porque si llega a ser una normalita, a lo mejor se le olvida cómo se respira o algo parecido.
Porque más que la inspectora fuerte, inteligente e intuitiva que se supone que es, lo que tenemos en Ofrenda a la tormenta es una adolescente hormonada, pava y egoísta incapaz de mirar más allá de su ombligo. No sólo es incapaz de ceder en nada, sino que era harto evidente quién era el malo de la historia y ella ni siquiera sospecha ni una sola vez y eso que tenía pruebas. Hostia puta, en serio, ¿qué necesitaba? ¿Un cartel luminoso señalándolo como si fuera un casino de Las vegas?
En serio, Jonan aparece asesinado en su casa, a manos de alguien a quien conocía y a los pocos días a Amaia le llega un mensaje del difunto con investigaciones sobre el caso y también de Markina, quien le había jodido la investigación en el cementerio francés y ni siquiera se lo plantea. WTF?! Mucho preguntarse qué quería decirle Jonan con su mensaje y ni siquiera piensa que a lo mejor quería advertirle del juez. De verdad, qué estupidez más grande.
Y, por si no tuviera poco con su propia estupidez (nunca le perdonaré que sospechara de sus propios hombres, que tanta lealtad le han ido mostrando, antes de pensar en el juez), va y engaña una y otra vez al pobre James mientras está en Estados Unidos porque operan a su padre. O sea, en serio, ¿qué mierda le pasa a esta mujer? Lo peor es que ni sentirse culpable, ni remordimientos ni siquiera interesarse por cómo va la operación del padre de su marido o cómo está pasando éste el trago.
Eso sí, ni Basajaun, ni Inguma, ni Cristo que lo fundó, el auténtico ser sobrenatural del libro es James, cuya paciencia rivaliza con la del santo Job. No sólo Amaia pasa de él continuamente, sino que encima le engaña, él lo sabe y sólo le pide que vuelva. En serio, yo soy James y a la inspectora la aguanta su tía.
Por suerte, como he dicho antes, el resto de personajes salva el libro, en especial las dos hermanas de Amaia, que protagonizan la subtrama más interesante de toda la novela. Me encantó cómo Ros consigue hacerse de una vez con el control de la empresa, la forma en la que se encara a Flora y, desde luego, las apariciones de Flora valen su peso en oro. Creo que Flora es el personaje más interesante de la trilogía: es una tocanarices el quince, una zorra cruel, pero también una persona con su corazón y sus problemas, lo que no deja de hacerla más interesante. Tras conocer su historia, una se pregunta cómo pudo defender tanto a su madre.
Lo único que he echado de menos y fue algo que sí que me decepcionó de Ofrenda a la tormenta es el poco papel que tiene Rosario y que no hubiera un cara a cara con su hija. En las dos primeras entregas, sobre todo en la segunda, Rosario era un personaje de esos que siempre se recuerdan: completamente malvada, inquietante y muy, muy fuerte. Por eso, el que acabara suicidándose sin verse las caras con Amaia me decepcionó mucho. Menudo final más poco a la altura con lo gran personaje que fue Rosario.
Aunque fue lo único que me sorprendió a lo largo de la lectura. Porque, eso sí, Ofrenda a la tormenta es, desde luego, el libro más predecible de los tres: la identidad del malo se sabe prácticamente desde el principio e incluso los pequeños giros (como la relación de Flora con Anne) se podían adivinar fácilmente. Por suerte, el libro sabe enganchar y es muy, muy adictivo. Yo me lo leí en dos días, me era muy difícil dejar de leer.
Dado los cabos sueltos que han quedado, imagino que, aunque la trilogía del Baztán se ha terminado, la autora no va a renunciar al personaje, pues está claro que ahora tiene que ir a ayudar a Dupree, que es como termina el libro. ¿Habrá investigaciones de la inspectora Salazar en Estados Unidos? ¿Sabremos al fin qué diantres ocurre con ese hombre? A mí siempre me ha dado la sensación de que está muerto, paranoias mías que no tienen mucho sentido, pero cierto es que en esta saga lo cotidiano y lo sobrenatural van de la mano.
A ver con qué nos sorprende la autora en el futuro. Eso sí, si sigue contando con Amaia Salazar por favor, por favor, que la mejore en vez de empeorarla todavía más.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Magisterium I. La prueba de hierro de Holly Black y Cassandra Clare.