Revista Cultura y Ocio
Sin demasiadas girigoncias, acuñamos los ojos y las primeras flores primaverales nos sitúan en otro 23 de abril, donde la peral, la cirojal e incluso la manzanal se avían a medrar y florecer asgalla para lucir las mejores galas ante nuestro protector San Jorge.Son días de fiesta con los contrastes típicos de la temporada: si te descuidas te acaldillas el pescuezo o la pechuga por ir a pelote al volver de la romería con el zancajo estornicao. Y por la noche la cocina agradece un rajo para no quedarse entoronao y por supuesto que no nos falte el cobertor en la cama. Vivimos con entusiasmo el olvidado barullo y las ariguelas de rapaces preaos y gorrifos afanando en la plaza, las calles ambute de gente bobiando, espernacadas en los escaños de la plaza que saludan y preguntan a los forasteros: ¿andevás, cuándo vinisteis, si vinisteis todos? y sino te preguntan de quién eres es porque te sacaron por la pinta. ¡San Esteban es mucho San Esteban!Es un placer que se repite año tras año, comprobar como las autoridades del pueblo aunidos con las de los pueblos aledaños y el común de las personas se acercan a la ermita del patrón a realizar una consolidada ofrenda floral que simboliza el respeto y la aunión de las gentes. Y para finalizar estas líneas en clave lingüística sanestebeña, un consejo debo dar: disfrutemos de la fiesta, de la familia, los amigos y los vecinos, de los que están y de los que estuvieron. Comamos con moderación, bebamos con precaución, tengamos chura para que no te traten de sampán, bodoque, chichilán, sansirolé, apelilao o chichiloro.