Por Sara Rosenberg
En Argentina hemos tardado treinta y cinco años –en pie de lucha- para conseguir que las leyes se apliquen a aquellos que nunca las cumplieron. Aquellos que impunemente hicieron del estado una máquina de matar. Los militares argentinos y sus socios civiles -empresarios, jueces, profesionales, banqueros, dueños de los medios- asesinaron a miles de ciudadanos, para después destruir el país saqueándolo y condenándolo al hambre y la miseria. Pero por fin están siendo juzgados y condenados. Ha sido una larga y constante lucha por la justicia. Una lucha que nos ha enseñado que la memoria es un arma contundente, que no se vende tan barata como ellos creen. Nuevas generaciones, los jóvenes, han tomado las banderas en sus manos y exigen hoy paz, justicia y soberanía.
América Latina está en un proceso de enormes cambios, que ya son irreversibles justamente porque la memoria del pueblo no ha sido destruida. Recordamos bien lo que hemos vivido durante siglos de expolio, con dictaduras o con gobiernos civiles. El imperio, sus socios europeos y los gobiernos que los gerenciaban en cada país, no escatimaron esfuerzos –invasiones, atentados, golpes militares- para apoderarse de los recursos naturales y el poder estratégico que necesitaban. La legalidad nunca se contempló. El último golpe de Honduras no es más que la reciente muestra de una cadena de golpes antidemocráticos. Invariablemente apoyados desde Washington, con armas, especialistas, declaraciones, dinero, etc. etc. La legalidad no existe para el imperio: ellos hacen las leyes y los decretos que necesitan para invadir, bombardear y eliminar cualquier ley les impida hacer sus negocios. Y su negocio principal es la guerra. Una industria en alza.
Tienen instituciones como la ONU que responden al mandato de la ilegalidad internacional, y que secreta ordenes que la OTAN enseguida cumple. La guerra, repito, es el negocio y los dividendos son enormes.
Pero ha llegado la hora de decir con claridad que así como el estado argentino -cuando la dictadura- fue un estado terrorista y delincuente, así también hoy las potencias invasoras y guerreras son estados terroristas y delincuentes, asociados y protegidos por una institución que ha perdido su capacidad de hacer cumplir las leyes internacionales para la que fue creada.
Estoy hablando de las leyes de soberanía. Y del sistema jurídico que debería hacerlas cumplir. Pero la ONU no es una institución capaz de defender las leyes que se han votado en sus inmensas y decoradas habitaciones.
Cito:
“18 Mar. 2011 - El canciller libio, Moussa Koussa, rechazó este viernes la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) que permite el uso de la fuerza, porque según explicó consiste en la violación de la soberanía nacional de Libia y al artículo 42 de la Carta del organismo internacional”.
Es evidente que el artículo 42 fue incumplido, porque tal como señalan los artículos 41 y 42, (y cito a ambos porque están relacionados):
Artículo 41
El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas.
Artículo 42
Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas.
No quiero repetir, pero en Libia sin duda hay problemas internos, que los libios y sólo ellos deben resolver. Los “rebeldes”, los “talibanes”, la “uck”, los “bin laden”, todos los fantasmas que han creado son parte de su estrategia militar y las intervenciones de las tropas imperiales siempre han servido para ampliar la guerra y la desolación. Nunca para la paz. Y la memoria no puede fallarnos.
Por eso resulta preocupante, por no decir peligroso para nuestro planeta, que el organismo encargado de hacer cumplir ciertas leyes internacionales, sólo sirva para violarlas. Resulta preocupante, por no decir peligroso, que en nombre de las leyes se masacre a un pueblo que tiene el absoluto derecho de resolver sus asuntos internos libremente, porque no necesitan de las potencias imperiales que están allí sólo para saquear y destruir. Hablan de democracia y no de negocios. Sería mejor hablar de negocios. Decir la verdad.
No hay democracia en el seno de la ONU y sus decisiones no pueden por lo tanto ser democráticas. En la ONU se sientan hoy los representantes comerciales de las grandes empresas y nunca la voz de los pueblos, supuestamente representados.
Quizás me digan que soy ingenua, pero hay que crear un gran frente por la paz, un inmenso movimiento ciudadano en el mundo capaz de exigir la paz y la soberanía, porque es la única manera de detener este negocio sangriento.
Por una ONU que no esté al servicio de los intereses de las potencias guerreras y de su OTAN. Y que sea capaz de velar efectivamente por la soberanía de cada pueblo del planeta.
Que su representatividad sea cotejada y limitada por el derecho inalienable a la autodeterminación de los pueblos, con igualdad, justicia y libertad.
Por la construcción de un gran movimiento internacional pacifista, capaz de oponerse a las constantes invasiones y destrucción de pueblos y culturas en nombre de la ley de la máxima ganancia.
Es nuestra única posibilidad de supervivencia en este planeta.
Enviada por su autora
Ilustración de Banegas