Durante el Forum Mundial de Gobernanza de Internet celebrado a fines de diciembre de 2017 en Ginebra, se dio la curiosidad de que la palabra más mencionada en los diferentes foros, fue la palabra data.
El término Big Data ha ido calando cada vez con más fuerza entre las múltiples partes interesadas en la Gobernanza de Internet. Desde que en 2006 el matemático inglés Clive Dumby lanzara la frase que se asocia con el boom de los datos: “Data is the new oil”, ese nuevo petróleo a diferencia del orgánico, no ha hecho más que crecer de manera exponencial, y es un recurso “renovable”.
Imposible de dar forma sin complejos programas y potentes procesadores, para que esa cantidad enorme de información sea aprovechable; para hacer realmente valiosos esos datos, debe cumplirse lo que se conoce como la regla de las 4V: Volumen, Velocidad, Variedad, Veracidad, que se explican por sí solas.
Según la idea más difundida, se trata de los datos que generan las redes sociales en su conjunto; sin embargo estos datos representan una pequeña cantidad del volumen global –pero– son los datos que permiten elaborar perfiles, y que pueden terminar violentando el derecho a la privacidad como ya se ha demostrado.
Algo tan difundido y cotidiano como el teléfono móvil, aún con los datos apagados, es una fuente emisora y mediante la triangulación de las antenas, constantemente lo pueden mantener geográficamente ubicado. Una conferencia TED ofrece una interesante perspectiva al respecto.
Casos como el de Dumby que se hiciera millonario creando fidelización a una marca por el manejo experto de Big Data para conocer gustos y tendencias, han motivado a muchos a crear sus propios emprendimientos con el análisis de datos.
Para otros, el estudio de esta información puede predecir sequías y evitar hambrunas; puede mejorar la vida del ciudadano optimizando la gestión administrativa en lo que se conoce como Open Goverment, o puede ser decisivo en el diagnóstico clínico. Esta es, digamos, la zona amable del Big Data, porque en su vertiente más oscura, en manos de compañías y/o gobiernos inescrupulosos, ¿Qué no podrán deducir de la vida privada de los individuos?
En muchos países se han abierto esas bases de datos para incentivar el emprendimiento y la innovación y como muestra de transparencia. Pero como en Cuba no podemos esperar esa apertura por parte de un gobierno secretista por excelencia, el cuidado de los datos es una responsabilidad individual. Qué compartimos en las redes sociales, qué hablamos por teléfono, el contenido de nuestra correspondencia tanto tradicional como electrónica.
Y si queremos mayor privacidad, dejemos el celular en casa.