Revista América Latina

Ojo…!!! No olvidar que un asesinato puede encender la pradera…

Publicado el 02 marzo 2019 por Jmartoranoster

Iván Oliver Rugeles

Nos referimos a la primera conflagración mundial, cuya chispa la encendió el asesinato del heredero del Imperio austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando de Austria, el 28 de junio de 1914, trágico evento ese que en los próximos meses se cumplirán 105 años de ocurrido, el cual dejó el pavoroso saldo de más de 20 millones muertos y que lo traemos a la palestra porque por estos días, el pasado 20 de los corrientes, se cumplieron 5 años de haber debelado el dirigente del PSUV, Diosdado Cabello Rondón, a la sazón Presidente de la Asamblea Nacional, el plan para asesinar al dirigente opositor Leopoldo López, el cual fue elaborado, según su denuncia, por Julio Borges y Antonio Ledezma, dentro del objetivo de generar un caos generalizado en el país que provocara el derrocamiento del Gobierno de Nicolás Maduro. Esto dijo, entonces, el dirigente de la Revolución Bolivariana: “Entre estos dos personajes, Antonio Ledezma y Julio Borges, existía un plan para eliminar físicamente a Leopoldo López, y así generar un mayor caos que facilitaría la caída definitiva del gobierno y la oportunidad da Antonio Ledezma de asumir el liderazgo de la oposición”. Cabello también denunció en dicha oportunidad que un grupo de oficiales de la aviación fraguaba un plan para atentar contra el gobierno del presidente Maduro, bombardeando “objetivos tácticos” en el centro de Caracas (Ver aquí la reseña noticiosa de esa denuncia: http://www.radiomundial.com.ve/article/ledezma-y-borges-dise%C3%B1aron-plan-para-asesinar-leopoldo-l%C3%B3pez-audiovideo). De otra parte y ante las amenazas de intervención yanqui a nuestro país que se han lanzado desde el norte, desde la propia voz del presidente Trump, para nada debe extrañarnos que él solo espera para ordenarla una causa que le permita “justificarla” ante el mundo y es por ello que bien vale que recordemos ese evento de la primera guerra mundial e igualmente ese otro caso de la denuncia de Cabello sobre el plan para asesinar a Leopoldo López, pues no tendría por qué asombrarnos que algo equivalente se esté tramando contra la vida del autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, como un casus belli excepcional y que sería más que suficiente para que Trump ordene a la Cuarta Flota la intervención de Venezuela, aventura militar que, de producirse, haría parte de su histórica política internacional en sus relaciones con los países de su patio trasero, durante los últimos 170 años… Si al gobierno de los EEUU, como hemos estado observando, no le preocupa arriesgar una conflagración nuclear con el gigante que es China o persistir en sus permanentes desencuentros con una potencia militar como lo es Rusia, sería imposible que llegáramos a creer que la agresión a nuestro país la detiene la opinión de rechazo a la misma que han declarado de forma unánime sus perritos falderos del Continente, esos mismos que agrupados en el llamado Grupo de Lima y en flagrante violación de todas las normas del derecho internacional, decidieron desconocer a Nicolás Maduro como mandatario legítimo de nuestro país y otorgarle su bendición a un sujeto como Juan Guaidó, el cual decidió autojuramentarse presidente de Venezuela en una plaza pública… Desde nuestra óptica en absoluto pudiéramos llegar a la conclusión de que la invasión a nuestro país está en manos del Cártel de Lima. Seríamos ilusos si nos alineáramos con quiénes así lo creen… A EEUU sólo lo detiene y vamos a estar muy claros en eso, la disposición indeclinable del pueblo venezolano y de su fuerza armada de defender la libertad y la soberanía de la Patria a costa de lo que fuere y, por supuesto, su acertada política internacional de muy clara vocación multipolar, de acercamiento con todos los países del mundo para la cooperación, más allá de las diferencias políticas e ideológicas, lo cual ha hecho posible que los venezolanos no andemos solos, sino muy bien acompañados para enfrentar con total convicción de victoria, cualquier tipo de agresión que se intente contra la integridad de nuestro país. De manera que este asunto que ventilamos nos genera mucha preocupación y hemos querido plantearlo, porque lo vemos como tema neurálgico para su amplio y urgente debate, dentro y fuera del país… Pero vayamos a lo que henos ofrecido. El recuento de lo sucedido con el asesinato que dio inicio a la Primera Guerra Mundial, para lo cual hemos tomado esta narración que hemos bajado de la red: “En enero de 1914, los agentes serbios comenzaron a trazar un plan para atentar contra el gobernador de Sarajevo, pero lo suspendieron ante la aparición de un nuevo objetivo que sería mucho más impactante: el archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador y heredero al trono imperial de Viena. En el mes de mayo, una vez confirmada la visita que el heredero iba a hacer a Sarajevo, comenzó a urdirse el plan y se fijó el atentado para el 28 de junio. Seis jóvenes serbios fueron reclutados por los servicios secretos, tres en Belgrado y tres en Sarajevo, con el fin de perpetrar el magnicidio. A finales de ese mes les entregaron armas y los adiestraron en su manejo; se trataba de pistolas, bombas y cápsulas de cianuro, que debían morder para suicidarse en caso de ser atrapados. La comitiva imperial inició su recorrido el día 28 a las nueve de la mañana. En un alarde de imprudencia, pues los rumores de atentados eran constantes, se hizo público el trayecto de la caravana. Los seis terroristas se ubicaron a lo largo del recorrido por el que iban a discurrir los automóviles oficiales. Se situaron en distintos puntos para que, si el primer grupo fallaba, los otros dos pudiesen actuar. Operación en marcha El archiduque y su esposa iban en el tercer vehículo, un descapotable en el que también viajaba el gobernador de Sarajevo. Tras hacer una primera parada en un cuartel, la caravana siguió su periplo y pasó por delante de la primera pareja de terroristas. El primero, presa de los nervios, no supo sacar la bomba a tiempo, y el segundo, de sólo 16 años, se quedó petrificado sin atinar a desenfundar su pistola. Minutos después, el convoy pasó por delante del segundo grupo de asesinos. Eran las 10:10 horas y un terrorista lanzó la bomba, pero no tuvo en cuenta que había que esperar 10 segundos una vez activado el detonador, por lo que la arrojó a toda prisa y, tras rebotar en la capota plegada del lujoso vehículo Gräf & Stift, fue a parar debajo del coche que marchaba detrás, causando la explosión veinte heridos. Rápidamente el activista se quiso suicidar, mordiendo la cápsula de cianuro mientras se tiraba al río; una chapuza, pues el veneno estaba caducado y el río seco, con lo que sólo se llevó un golpe. Tras el frustrado atentado, la caravana emprendió a toda velocidad su camino hacia el ayuntamiento, en donde lo esperaba la recepción oficial. Dada la celeridad de la marcha, los tres terroristas restantes no pudieron actuar. Lo normal es que la visita se hubiese cancelado. Sin embargo, tras pronunciar un tenso discurso, el archiduque decidió ir al hospital a visitar a los heridos por la bomba; eran las 10:45 horas. Para evitar las calles céntricas, se propuso cambiar la ruta y se informó de ello a la escolta, pero en un absurdo tragicómico se olvidaron de informar a los chóferes. Cuando giraban por la calle prevista en la ruta inicial, el gobernador se dio cuenta del error y ordenó retroceder, lo cual tuvo que hacerse empujando, pues la marcha atrás del coche era muy lenta, y mientras se maniobraba el automóvil casi se detuvo. Mientras tanto, un desolado Gavrilo Princip, uno de los seis terroristas preparados para atentar, estaba apostado ante el café Moritz Schiller sin saber muy bien qué hacer; cuál no sería su sorpresa al ver delante de él, en ese momento, el coche del archiduque casi parado. La casualidad estaba jugando su papel y le había puesto delante una magnífica oportunidad. Sin pensárselo se dirigió al coche y, a pocos metros, disparó. Lo hizo cerrando los ojos, pero la suerte quiso que hiriese mortalmente a la pareja real, que fallecería a los pocos minutos. Las consecuencias son conocidas. El Imperio austrohúngaro dio un ultimátum a Serbia exigiendo una serie de condiciones que ésta, hábilmente, sólo aceptó a medias, confiando en el apoyo de su protectora Rusia (la Rusia zarista). Durante el mes de julio se fue incrementando la tensión, hasta que las tropas serbias comenzaron las provocaciones y Viena, ansiosa de revancha, declaró la guerra a Serbia. La cadena de alianzas fue implicando a todas las potencias europeas en una contienda que acabaría costando más de veinte millones de muertos. Mientras tanto, todos los implicados en el atentado fueron detenidos; los austriacos apresaron a veinticinco, de los que tres fueron ahorcados, nueve absueltos y el resto condenados a distintas penas de prisión….” Anuncios

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