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Ojos de serpiente (Snake Eyes, 1998)

Publicado el 29 septiembre 2017 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
Una trama fuerte y peligrosa que solo veremos si sabemos ir más allá de las aparienciasOjos de serpiente (Snake Eyes, 1998)No siendo Snake eyes la película más popular ni la más aplaudida de Brian De Palma, para mí es aquella en la que mejor se conjugan y refuerzan su apabullante técnica cinematográfica, sus obsesiones temáticas y la coherencia de un argumento de intriga sólido. Entendido su argumento al pie de la letra, Snake eyes no pasa de ser una intriga más de corrupción política en la que, pelando las diferentes capas de la cebolla, un policía no tan estúpido como parece acaba siendo héroe por accidente. Ricky Santoro (Nicolas Cage) es un dudoso agente de policía de Atlantic City que, en la noche en que se disputa el combate de boxeo por el campeonato del mundo de los pesos pesados, presencia el asesinato del Secretario de Defensa de los Estados Unidos. Tiene la misión de ayudar a su amigo Kevin Dunne (Gary Sinise), comandante de la Marina, para esclarecer los hechos. La conspiración está servida...

Quedándonos en este primer nivel de lectura, gracias al trabajo del estupendo guionista David Koepp, al score de Ryuichi Sakamoto, empleado con gran precisión, a la orquestación de Brian De Palma en la silla de director, tenemos una maquinaria que funciona a la perfección. Puede que se trate de una película convencional, vista mil y una veces. Pero está ejecutada con mano maestra.las cámaras de vigilancia que recogen “la verdad”Los seguidores del cineasta, que ya conocemos su pasión por el voyeurismo —a fin de cuentas también los cinéfilos somos mirones— encontraremos en un visionado más atento una serie de claves temáticas que no hacen sino continuar y llevar hasta las últimas consecuencias las inquietudes más propias del cineasta.Si Impacto fue una reflexión sobre el engaño de los medios de comunicación y la reconstrucción que hacen de la realidad, visto desde la mesa de mezclas y la Ingeniería de Sonido, Snake eyes traslada estas reflexiones al terreno audiovisual, confrontando puntos de vista hasta acabar en el último nivel: las cámaras de vigilancia que recogen “la verdad”.No falta humor en esta película: una locutora de televisión afroamericana se dirige a cámara advirtiendo el huracán que se avecina. Alguien desde fuera de campo la corrige: “tormenta tropical”. A partir de ese momento hay insinuaciones de todo tipo: por detrás de la acción que vemos encuadrada en primer término se suceden movimientos, acciones y actitudes de escucha que son mucho más determinantes de cara al desenlace. Maniobras de distracción que nos seducen con estridencia para que dejemos pasar lo verdaderamente importante.Lo más valioso de este doble juego sucio está, como en todas las películas de Brian De Palma, en su sorprendente brillantez formal. Un plano secuencia inicial de más de diez minutos en el que seguimos a Nicolas Cage por las bambalinas, los sótanos y otras zonas prohibidas del pabellón. Un plano cenital que nos muestra las diferentes actividades nocturnas en las habitaciones de un hotel. Detrás de la apariencia de thriller tópico late en Snake eyes una trama fuerte y peligrosa que solo veremos si sabemos ir más allá de las apariencias.

David G. Panadero___________________________________________Tit. Orig: Snake Eyes. Estados Unidos, 1998. Director: Brian De Palma. Guión: David Koepp. Música: Ryuichi Sakamoto. Fotografía: Stephen H. Burum. Intérpretes: Nicolas Cage, Gary Sinise, Carla Gugino, John Heard

Ojos de serpiente (Snake Eyes, 1998)
Este ensayo colectivo, consistente en el análisis de 20 largometrajes, ha sido realizado por los cineastas Fernando Cámara y David Alonso y los escritores Francis Díaz, Jesús Fernández, Duvid Mdd, David G. Panadero, Alfredo Paniagua y Frank G. Rubio.Este monográfico sobre Detectives Raros en el cine se ha publicado originalmente papel, en la revista Prótesis, nº9 (Reino de Cordelia, ed.), en la primavera de 2017. Pide tu ejemplar en la librería madrileña Estudio en Escarlata.


No te pierdas el monográfico

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