Revista Educación
Tal y como leí hace poco en la web de una importante institución educativa, muy posiblemente, una de las principales virtudes que debe tener un/a docente sea su capacidad para creer en sus alumnos/as, ser capaz de confiar en que cada persona encarna un talento y que ese talento puede llenar de vida y de pasión toda su existencia. Para ello "sólo" se necesita que alguien se acerque con fe y le brinde oportunidades para desarrollarse. La clave, en mi opinión, está en ese acercamiento, que debe producirse con tal sutileza y tal empatía que, por desgracia, seguramente serán pocas las ocasiones en las que se propicia que el/la alumno/a brinde todas sus capacidades para que su profesor/a pueda potenciarlas. Siguiendo lo que nos dicta el sentido común, antes de acercarnos para tratar de ayudar a alguien lo primero que deberíamos hacer es observar, con suma curiosidad y sin cuitas de tiempo, dedicándonos con esmero a ver y analizar cuál o cuáles son sus inquietudes, sus necesidades, sus áreas de interés, sus dificultades... Sólo a través de un análisis concienzudo y respetuoso de todos estos aspectos podremos plantear oportunidades de mejora y tratar de guiar a esa persona para que saque de sí mismo/a todo su potencial y su talento. Pienso, por ello, que lo primero en la labor docente es tener los ojos muy abiertos, sólo a partir de esa disposición a observar podrá creer, confiar y ayudar a aquellas personas que tiene la responsabilidad de hacer crecer. Hace algunas semanas, mientras asistía a una tutoría grupal del curso de mi hijo mayor (tiene 6 años y está en primer curso de Educación Primaria Obligatoria) una de sus maestras relató al grupo de madres y padres, como si de una anécdota simpática y jocosa se tratase, la cierta dificultad que están teniendo algunos/as de sus alumnos/as para "sumar con llevada". Ella escenificó como a estos/as pequeños/as "les faltan dedos en las manos para contar, por ejemplo, 9 más 8". Según nos contaba, cuando estos chicos o chicas llegan a 10 (tantos números como dedos tienen en sus manitas) se bloquean y no son capaces de seguir contando con precisión, algo que ella intenta soslayar diciéndoles que esos 10 se "los guarden en un bolsillo" y sigan contando de 1 en adelante hasta finalizar con la suma. En mi modesta opinión, la solución aportada, que puede parecer a primera vista original y apropiada, refleja por sí misma una más que posible falta de compresión por parte de esta señora de cómo opera y evoluciona el pensamiento y se produce el desarrollo cognitivo a estas edades. Tal y como sugiriese al mundo, a mediados del pasado siglo XX, Jean Piaget, entre los 6-7 años de edad el cerebro de los niños y las niñas se encuentra en una fase muy sensible y delicada (preoperacional) en la que sólo pueden pensar en concreto, es decir, a través de aquellas cosas que pueden percibir, teniendo gran dificultad -e incluso incapacidad en ocasiones- para poder pensar en abstracto, ya que el asentamiento de conceptos etéreos y no concretos se consolida a partir de los 7 años en adelante y no se adquiere hasta los 12 años. O sea, que mi hijo y sus compañeros/as se hayan en esa frontera, en esa etapa decisiva, en la que sus cerebros aún pensando en concreto estan siendo instruidos para que piensen en abstracto (una suma con llevada requiere de pensamiento abstracto) con lo que es más que esperable que muchos/as de ellos/as estén presentando dificultades que para nada se salen de la "normalidad". Suponer que guardando en el bolsillo lo que hemos sumado hasta 10 les ayudará, es suponer que ellos son capaces de guardar en su mente algo que ya no ven (pensar en abstracto), y aunque es una idea que puede llegar a servir, a muchos/as de ellos/as no les ayudará porque cuando saquen de su bolsillo lo que tenían y lo pretendan sumar con lo que sus dedos señalan ahora (7) volverán a empezar a contar desde el principio ya que precisamente lo que NO son capaces de hacer es sumar en abstracto; y así en un ciclo pernicioso que puede acabar con la autoestima y la motivación del chiquillo o la chiquilla. En contra de lo que se prevé de cara a esta evaluación, me gustaría pensar que esta maestra no tendrá la tentación de calificar de insuficiente (suspender), por este motivo, el progreso en matemáticas de algunos/as de sus pupilos/as más rezagados, algo que, de producirse, no sería capaz de adjetivar, ni siquiera de valorar. En el supuesto caso, pienso que la nota irá dirigida más como advertencia a los padres y madres que a su propio/a alumno/a, porque si va encaminada a "castigar" a éste/a último/a, me atrevería a sentenciar que esta señora no debería seguir ejerciendo la docencia por mucho más tiempo. Suspender a un niño o niña que biológicamente no está preparado para asumir los retos cognitivos que se le presentan es una tremenda injusticia, y quiero entender que se puede llegar a cometer porque sus ojos no están lo suficientemente abiertos como para ejercer con respeto y delicadeza su labor docente. Como dice el viejo y sabio refranero, ojos que no ven...