Caminar sin ver es un acto de fe. De creer en uno mismo para sortear los obstáculos, tentar con precisión para abrir camino. Cuando se tienen ojos que no ven no es sencillo hacer otras actividades.
Pero si se tienen manos que sienten, puede que sea más fácil aprender mesoterapia. Se requiere tener sensibilidad y prudencia. Hacen falta muchas horas de práctica, de paciencia.
La clínica de masajes “Guíame” atendida por invidentes es algo para admirar. La voluntad y la falta de la vista se mezclan con el buen humor. El resultado es un espacio confiable que luce vivo, son cinco masajistas que se toman muy en serio su trabajo, porque para ellos ha representado otra oportunidad de vivir.
En la esquina de la avenida Presidente Carranza con la calle Juambelz, en la colonia Centro, en Torreón, está el negocio, con puertas de cristal y que tiene pintada de azul marino la fachada.
En la sala de espera hay tres sillones oscuros de piel, detrás del mostrador de la recepción un chico con lentes oscuros que no ve, atiende llamadas y rastrea datos en la computadora a través de un programa para invidentes.
“Buenos días, Clínica de Masajes y Asociación de Invidentes de La Laguna”, contesta firmemente al teléfono. Mientras adentro, después de la puerta a un lado de la entrada principal se preparan tres cubículos para atender a los pacientes.
Germán Martínez Flores aparece sonando un bastón en el piso, también con lentes oscuros. Es el presidente de la Asociación y Centro de Entrenamiento para Perros Guía y Desarrollo Integral para Invidentes de La Laguna, A.C.
El proyecto nació hace seis años por la necesidad que tenían las personas ciegas de hacer algo por ellas mismas. “Muchas de las asociaciones eran creadas por los familiares, pero es gente que sí veía y que finalmente no padece la discapacidad, nadie como el que lo vive”, explica.
Germán no ve, pero tiene otras cualidades. En 2006 participó en el programa de Televisa “Cantando por un Sueño”, causó sensación y recibió el apoyo del cantante Francisco Céspedes para crear la
asociación.
“Había muchas personas con problemas visuales que no estaban rehabilitadas, había que darles herramientas para que se desenvuelvan dentro y fuera. Entregamos cuatro perros guía, pero empezó la crisis fuerte y muchos de los apoyos que nos daban se nos quitaron”.
Incluso, el sustento que daban empresarios regionales para la renta del local donde actualmente se ubica el centro de masajes fue retirado.
Tampoco recibieron apoyo del Ayuntamiento; sin embargo, buscaron con esfuerzo hasta que una terapeuta se sumó a la causa.
DOBLE ESFUERZO
Toma la vaselina con un par de dedos de la mano derecha y la coloca suavemente sobre el tobillo, con lentitud y destreza la empieza a extender hasta llegar al pie, donde comienza a hacer movimientos circulares.
Esta habilidad ha convertido a José en uno de los mejores alumnos de la terapeuta Aracely Narváez. Experta en cuatro técnicas de masajes, tiene su propio consultorio en Torreón, pero decidió ayudar a este grupo de ciegos.
“Mis niños son muy buenos, son maravillosos porque es muy padre ver a personas en su circunstancia que se entregan nuevamente a la vida, te das cuenta que sólo les falta un empujoncito porque son tan capaces de hacer todo como tú y como yo”.
Aracely les ha enseñado chatsu, masaje linfático, reflexología podar… “Necesitas sensibilidad para dar masaje y ellos la tienen, hay técnicas en las que no necesitas saber de anatomía, en otras sí requieres más conocimiento sobre el tema. Los chicos se han ido formando poco a poco”.
Cinco invidentes ya están capacitados para el trabajo, ya dan masajes a los clientes que de voz en voz los han ido recomendando, mientras que otros cinco se encuentran todavía en preparación.
“La idea de la sala de masajes es hacer la asociación autosustentable, los muchachos también de recursos, el negocio está acreditado, el trabajo se hace con responsabilidad y es un apoyo para las personas ciegas”.
Se ofrecen cuatro tipos de masajes: el antiestrés, con una duración aproximada de una hora; el de drenaje linfático o anticelulítico, con tres sesiones, o bien el masaje reflexológico o relajante que se hace en la planta de los pies, así como masajes reductivos.
La clínica también cuenta con un aparato de radiofrecuencia que permite una recuperación más rápida en los pacientes, y además es auxiliar en la pérdida de peso.
La construcción y equipamiento del lugar se logró a través de un financiamiento del Fondo Nacional de Apoyo para las Empresas de Solidaridad (Fonaes).
SIN VER...
José Castañeda Chávez camina por el pasillo. Es un hombre robusto, que lleva lentes oscuros, una bata corta azul, un pantalón de mezclilla, acompañado de un bastón que maneja con la mano derecha
hábilmente.
Al mejor alumno de la sala de masaje de invidentes, un accidente en motocicleta que ocurrió hace seis años le arrebató la vista. “Viajaba solo, fue muy triste, entré en depresión porque yo sí sabía lo que era ver”.
Intentó ahorcarse. Le gritaba a la vida para que le contestara por qué le había pasado precisamente a él. Antes de quedar ciego, José se había casado, procreó dos hijos y se dedicaba a la construcción, era pintor laqueador.
“Yo pensaba que ya el mundo no tenia oportunidades para mí. Iba al DIF porque me llevó mi familia y ahí conocí a Germán y me invitó a la asociación y fue una oportunidad que se me brindó al desempeñarme más como persona, padre de familia y poder llevar un dinerito después de muchos años de no poder contribuir con el gasto del hogar. Ahora con los masajes empecé de nuevo a vivir”.
Los masajes son un mundo incomparable en su historia. “Algo magnífico como ciegos, es muy noble manejar las energías, sentir cómo viene el paciente, que se vaya contento, porque uno recibe también esa energía y la satisfacción de poder servir a las personas y a uno mismo”.
José también ha estado practicando el Braille, para dar masajes requiere mucho orden, memoria y puntualidad, pero está satisfecho porque ha conseguido independencia.
“Las personas normales la tienen más fácil, nosotros tenemos que esforzarnos más, aprender a confiar en uno mismo, de que va a poder, de que todo va a salir bien”.
Güiro, tarola, guitarra y acordeón son los instrumentos que aprendieron a tocar “Los Invisibles”, creados por iniciativa de Germán Martínez Flores. Es el grupo que toca cumbias y que también ha servido como otra terapia para los ciegos.
“Nos hemos presentado en el Paseo Colón y en Cuatro Caminos y en fiestas que se organizan, sin goce de sueldo pero todo sea por la música y seguir adelante…Yo toco el güiro y la tarola”, explica José.
Los ciegos han descubierto que perder la vista no es una limitación, que en la vida siempre llega una segunda oportunidad.
http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/ojos-que-no-ven-manos-que-sienten-1362634636
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Revista Solidaridad
Sus últimos artículos
-
Los olímpicos y paralímpicos españoles no vestirán igual porque Joma quería cobrar a los paralímpicos
-
Isidre Esteve: “Llegué a pensar que no volvería al Dakar”
-
Air Europa se niega a pagar la silla que rompió a un tetrapléjico
-
Una madre denuncia la falta de un monitor en el instituto para su hijo con discapacidad