Revista Filosofía

Oliver Marchart: "El Momento Maquiaveliano Según Lefort"- El Momento Maquiaveliano Reteorizado - El Pensamiento Político Posfundacional

Por Espacioagon
El momento maquiaveliano según Lefort
Oliver Marchart
(De "El momento maquiaveliano reteorizado", en "El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau", pp. 131-134, FCE, Buenos Aires, 2009. Traducción de Marta Delfina Álvarez)
Tras haber examinado el primer eje de la institución originaria -la autoexternalización de la sociedad-, nos ocuparemos ahora del segundo eje: la división interna de la sociedad. Este aspecto ilustra hasta qué punto la teoría de Lefort y Gauchet es, de hecho, una teoría del conflicto. El antagonismo de clases no es algo que pueda resolverse en un futuro lejano, cuando los medios de producción ya se han socializado y el Estado se halla prácticamente abolido. No obstante, este conflicto no sólo es irresoluble, sino también necesario para que la sociedad se instituya. Y es una de las principales fuentes de cohesión social. Esto puede parecer paradójico y contraintuitivo. ¿Cómo es posible que el conflicto - la lucha irresoluble entre los hombres- sea una de las principales fuentes de cohesión social? La respuesta es la siguiente: sólo a través del conflicto los individuos y los grupos se sitúan dentro de un mundo común. Mediante su antagonismo -en el cual la organización, la raison d'être y las metas de la sociedad están en debate-, los antagonistas se afirman como miembros de la misma comunidad.

Lejos de destruir la sociedad en su conjunto, la división implica, en rigor, una dimensión de totalidad. Y la totalidad se halla implicada, precisamente, por la "figura de la ausencia" (Gauchet, 1976: 25), que se revela en el corazón de la división social. Esta ausencia emerge de la incapacidad de cualquier actor social de dominar el sentido de la sociedad concebida como un todo, pues el juego indefinido de la división social impedirá a los actores individuales monopolizar dicho sentido de una vez y para siempre. Así, a través del antagonismo, emerge realmente una dimensión de totalidad, aun cuando no sea, como algunos quizá piensen, el resultado de la presencia positiva de un fundamento social, sino el de la ausencia de cualquier fundamento de esa índole. Pues si la dimensión del antagonismo radical garantiza que nadie pueda encarnar el sentido del todo, que cualquier pretensión de este tipo será debatida, ello conduce a la conclusión de que la verdad de la totalidad social no puede sino residir en el debate como tal. La dimensión de totalidad no se descarta de ninguna manera; antes bien, se la invoca como un efecto de un debate interminable que impide a cualquier grupo llegar a dominar el sentido del todo social.

Si queremos entender de dónde deriva la evaluación positiva del conflicto en Lefort, es preciso remitirnos a Maquiavel, pues fue el pensamiento de este último el que le permitió romper con el postulado marxista de la naturaleza secundaria del conflicto. Con esta ruptura, Lefort se inscribe, como posfundacionalista social, en el "momento maquiaveliano". ¿Quién podría, excepto Maquiavelo, "garantizar un papel más grande al acontecimiento, a la incesante movilidad de las cosas en el mundo, a cada renovada prueba de complejidad?" (2000: 126).

Entre 1956 y 1972, Lefort trabajó en su thèse d'état, su "interrogación" de l'oeuvre maquiaveliana, que iba a convertirse en un libro de 800 páginas (1986b). Para Lefort -y ésta no es todavía una afirmación original-, Maquiavelo es, de hecho, el inventor del pensamiento político propiamente dicho. Pero Lefort construye su interpretación en torno a una afirmación aún más radical. El descubrimiento de Maquiavelo -que le permitió fundar el pensamiento político moderno- no es sino el descubrimiento de que existe un conlicto irreductible en el centro de toda forma de gbiernp [polity]. Maquiavelo se convierte entonces en un precursor filosófico del momento de lo político, el cual sólo se volvió históricamente pertinente con la revolución democrática. En el capítulo noveno de El príncipe, Maquiavelo declara que los nobles, por un lado, y el pueblo, por el otro, están comprometidos en una lucha irresoluble a causa de sus umori opuestos. Mientras que el "humor" o el deseo de los nobles es mandar y oprimir, el pueblo no quiere ser mandado ni oprimido (Lefort, 1986b: 382). Esta oposición constitutiva e irreductible entre el pueblo y los nobles precede a las circunstancias o tradiciones sociales particulares en que ellos están situados. El conflicto, como fundamento negativo de la sociedad, precede a cualesquiera razones fácticas de los conflictos en plural. Y si el conflicto va a cumplir su papel de fundamento negativo de la sociedad, entonces es posible inferir que la diferencia entre el conflicto como fundamento y los conflictos fácticos en plural debe ser radical por naturaleza: el conflicto en cuanto fundamento no puede ser uno más de una serie de conflictos fácticos, sino que debe localizarse en un nivel radicalmente distinto. Retomando la terminología filosófica, se puede enunciar la cuestión en términos de la diferencia ontológica: la condición "ontológica" del antagonismo es anterior a las circunstancias "ónticas" bajo las cuales se manifiesta. Dondequiera que haya sociedad -al margen de su estructura óntica- habrá antagonismo interno en el nivel ontológico. Aquí conviene recurrir al cuasi concepto heideggeriano de diferencia ontológica, y no solamente por razones heurísticas. La influencia de heidegger puede rastrearse en los propios textos de Lefort, aun cuando éste mencione su nombre en raras ocasiones. En este aspecto, los paralelismo entre Lefort y Heidegger fueron percibidos por Hugues Poltier (1998: 147) y Bernard Flynn (1992: 182). El hecho de que Lefort no cite a Heidegger es, para Flynn el signo de una cierta sospecha por parte de Lefort en lo tocante a la "denegación sistemática [de Heidegger] del surgimiento de lo político como tal " (1992: 183).

Por otro lado, ese conflicto originario ("ontológico") puro -que constituye el nucleo último del "ser" de lo social- tiene que encontrar una salida simbólica a los efectos de no destruir la sociedad. En el caso más extremo, una sociedad de puro antagonismo, una sociedad carente de la dimensión simbólicamente reguladora del poder en sentido lefortiano, equivaldría a un estado hobbesiano de naturaleza y, por tanto, no podría llamarse sociedad en absoluto. De modo que lo que resulta es un quiasmo o entrelazamiento entre la política y lo político en lugar de su "distinción" o incluso su oposición. La política y lo político se encuentran, pues, en una relación de reversibilidad:

El análisis de las formas de la sociedad política conduce, por tanto, al examen de las formas de acción, y viceversa. Hay dos polos de experiencia y dos polos de conocimiento, y el hiato es irreductible. O, para decirlo en un lenguaje moderno: la reflexión sobre lo político y la reflexión sobre la política son, a la vez, distintas y entrelazadas. (Lefort, 200: 138).

Es obvio que la teoría lefortiana de la democracia se localiza dentro del "momento maquiaveliano". Según Maquiavelo, es el dispositivo simbólico de la república -en cuanto régimen de libertad construido sobre el imperio soberano de la ley- lo que permite reconocer el conflicto así como regular la oposición entre el pueblo y los nobles, lo que impide a cualquiera de las partes dominar / oprimir enteramente a la otra. En un sentido, ello convierte a Maquiavelo no sólo en el primer "teórico del antagonismo", al poner el acento en un conflicto irresoluble en el núcleo de toda sociedad posible, sino también en el primero en desarrollar una teoría del "agonismo" como la forma de simbólicamente regulada del antagonismo (regulada , por ejemplo, a través del acuerdo de una constitución mixta). Sin embargo, es importante importante señalar una vez más que la "regulación" de ninguna manera implica la "superación" de la oposición entre los nobles y el pueblo en una comunidad armoniosa o incluso homogénea. El antagonismo radical no desaparece nunca: tiene que ser aceptado como condición de posibilidad de la sociedad. Aun así, deconstructivamente hablando, esta condición de posibilidad actúa respecto de la sociedad como su condición de imposibilidad. Desde el punto de vista de la historia conceptual, ello fue claramente percibido por Gisela Bock en su ensayo sobre "la discordia civil" en Maquiavelo: "Es sólo en el orden republicano donde la discordia entre los diversos umori humanos puede y debe ser expresada; por otra parte, son estas discordias mismas las que continuamente lo amenazan. Constituyen tanto la vida como la muerte de la república" (1990: 201).
Bibliografía

BOCK, Gisela (1990), "Civil discord un Machiavelli's Istorie Fiorentine", en Gisela Bock, Quentin Skinner y Maurizio Virolo (comps.), Machiavelli and Republicanism, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 181-201.
FLYNN, Bernard (1984), "The Question of an Ontology of the Political: Arendt, Merleau-Ponty, Lefort", en International Studies in Philosophy, XVI/1, pp. 1-24.
GAUCHET, Marcel (1976), "L´expérience totalitaire et la pensée du politique", en Espirit, 7, julio-agosto, pp. 3-28.
LEFORT, Claude (1986b), Le Travail de l'oeuvre, Machiavel, París, Gallimard.-(2000), Writing. The Political Test, Durham, NC y Londres, Duke University Press.
POLTIER, Hugues (1997), La découverte du politique, París, Michalon.

Volver a la Portada de Logo Paperblog