Revista Opinión
El olfato es uno de los sentidos más primarios, es el último que se olvida y es el primero que se percibe, añado yo. Este me de abril que está terminado, es el mes por excelencia de los olores.
En la pasada Feria de Sevilla, cierto tufo llenó páginas y redes sociales, la presidenta de la Junta de Andalucía, y próxima líder nacional dicen algunos, se andaba fotografiando con Luis Pineda, el que horas después sería detenido e imputado por graves delitos, algo olía mal, los más benévolos hablaban de despiste de la trianera, otros de ´amistades peligrosas´, pero el olfato no engaña, y ahí olía a podrido.
Conforme pasan los días empiezan a publicarse que si la televisión andaluza, perdón, televisión de la junta, había pagado galas especiales promovidas por Luis Pineda, presidente de Ausbanc, el mismo que es detenido por extorsión, el mismo con un pasado en organizaciones fascistas...el mismo de la foto cariñosa con Susana Díaz, y esto empieza a apestar.
Pero los últimos días de la semana pasada salta otra noticia, Luis Pineda también organizó no hace mucho en Málaga actos en colaboración y de la mano de una fundación que depende de la Junta, si, el mismo que es detenido........, y ya lo que produce no es olor sino hedor. Vamos que según parece mientras Esperanza Aguirre daba subvenciones a un extorsionador, aquí en Andalucía, se le daba cobertura. !que cosas unen a las lideresas!
Pero hoy es otro olor el que nos inunda, es un olor a claveles y libertad. Hoy, día veinticinco de abril, sonaba a primera hora de la madrugada en mil novecientos setenta y cuatro, en radio Renancenca, una canción que sus primeros versos hablan de una villa morena, de tierra de fraternidad y donde es el pueblo quien manda. Y en Portugal se abrazaron fuerzas armadas y pueblo, y un niño rubio recorrió las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, cuando se ponía de puntillas para poner un clavel en un fusil.
Hoy veinticinco de abril, años después a mí me sigue oliendo a esperanza, me sigue oliendo a café recién hecho en una terraza en la plaza del Rocío, mientras un grupo de españoles gritan al viento en portugués ´o povo unido jamais será vencido´, y se corrían rumores que gente de la brigada político social franquista andaba por allí haciendo fotos en Lisboa.
Me huele a empinadas cuestas que suben tranvías hacia Alfama, y huele al pequeño restaurante a las orillas del Tajo, justo debajo del Puente, un punto de encuentro, me huele a Madredeus y a Carlo do Carmo, me huele a mestizaje, me huele a Lisboa.
Y los olores, tal como decía, no se olvidan, ni los unos ni los otros.