La edad de oro de la novela gráfica, y la merecida consideración que por fin se está otorgando al cómic, hacen posible que podamos acceder a obras tan ambiciosas y meritorias como la presente. Ambiciosa por cuanto trata de abarcar la vida de una figura histórica de indudable pero apenas conocida relevancia, al menos fuera de su país. No debe extrañarnos cuando hablamos de una precursora del feminismo y defensora de las minorías raciales, además de novelista, dramaturga y ensayista política. Un personaje fascinante que deja en ridículo el empecinamiento contemporáneo por destacar únicamente a aquellas protagonistas de la historia que destacaron sobre todo, o al menos se nos muestra así, por sus pasionales amoríos con hombres por supuesto más importantes que ellas. Sobre esta clase de personalidades sí que abundan los biopics en pantalla o novela, pero la que ahora nos presentan Catel y Bocquet se hizo notar, ante todo, por su pensamiento, y por la valentía y astucia con que supo defenderlo.
El tomo tiene hechuras de gran superproducción ilustrada, con una estructura de pequeñas viñetas y primeros planos que favorecen el diálogo, aunque en ocasiones amplían su perspectiva para reflejar impresionantes escenas colectivas que invitan a detener la vista y disfrutar de los detalles. A través de las primeras hay un acercamiento a la psicología de los personajes, y mediante las segundas se nos ubica en la época de la Francia prerrevolucionaria. En unas y otras, sin embargo, los autores deslizan oportunas referencias históricas, y alusiones a los numerosos personajes secundarios, que nos permiten entender el sentido de lo que se cuenta, que es mucho. Etapa de cambios transcendentales para la historia de la humanidad, Olympe de Gouges fue testigo privilegiada e interviniente en la misma a través de una perspectiva diferente y más arriesgada. Es bien sabido, aunque sigue habiendo quien lo niega, claro, que la historia se ha escrito siempre sin o contra las mujeres. La protagonista de este libro trató de tomar el lápiz y pergeñar al menos algunos párrafos que pusiesen de manifiesto algo que ahora nos parece evidente: la igualdad entre ambos sexos. A través de su irónica pero necesaria “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” desvió el foco de las grandes tribulaciones revolucionarias y lo apuntó hacia la eterna cuestión pendiente. Pagó, como era de prever, un alto precio por ello.
Pero ahí queda su obra, e iniciativas editoriales tan afortunadas como ésta nos la recuerdan, algo especialmente pertinente en tiempos como los actuales, donde la desmemoria selectiva que conviene a determinados poderes trata de sembrar la especie de que los derechos de las mujeres nacieron por combustión espontánea, y crecieron por la magnanimidad de los caballeros. Cualquier cosa que proyecte un velo oscuro sobre el movimiento feminista que encendió el fuego. La obra de Catel y Bocquet huye de dogmatismos y de un excesivo panegírico de la protagonista, a la que en ocasiones se nos presenta como una hábil manipuladora –es decir, como una persona, sin más-, y tiene el acierto de no detenerse exclusivamente en aquellos aspectos de su vida más llamativos o pegados a la imagen esquemática que podemos tener de ella. Por el contrario, tanto su entorno social y familiar como su propia evolución creativa e ideológica ocupan espacio constante entre los centenares de viñetas limpias que componen el libro. Esto hace que a veces la lectura pierda intensidad o efectismo, pero le da un doble valor como trabajo histórico, además de novela gráfica. Significativo es también que concluya con una interesante cronología y unas notas biográficas de los principales personajes que encontramos en la historia, páginas de consulta obligada para mejor entenderla.
Habiéndose publicado ya Kiki de Montparnasse en la misma colección, esperamos que Ediciones Sins Entido continúe con el proyecto de sacar al mercado excelente literatura gráfica con perspectiva de género. Excelentes libros, sin más.