En el templo zen de Kecho ji en Kamakura, siempre corre una brisa que invita a la meditación y al recogimiento, dicen que es una brisa que reconforta tanto a los practicantes como a los no practicantes. Lo cierto es que nada más cruzar la puerta de entrada algo te envuelve, algo que te relaja, esa brisa en la cara, el olor a sándalo, los cipreses centenarios, el silencio, los siglos de practica que allí se acumulan y que te impregnan nada más entrar.
Para hacerse una idea de lo que allí late, de la filosofía que todo lo impregna, la frase de su fundador Rankei Doryu's : "Si has perdido tu verdadera esencia, cualquier cosa de la vida, lo único que te traerá será inquietud. Si has descubierto tu verdadera esencia y razón de Ser, lo único que podrás seguir es el sendero de la verdad"
Con dos frases simples, sin más vueltas, largas enseñanzas, discursos, ni filosofías complejas, ni rituales o adornos que nos entretengan. Dos son las opciones y sólo una nos conduce a la felicidad, a la plenitud. Llegar a ser nuestra mejor versión, seguir el sendero de nuestro Ser, de nuestra esencia.
Con esa frase resonándome muy adentro me senté en el jardín mientras llegaba la hora de la meditación. Impresionada por la sencillez de la enseñanza, sencillez y profundidad.
Es curioso lo diferente que somos en Occidente, pensamos que la felicidad nos la trae un posicionamiento en el estatus social, una posesión material, un llegar a tener o un llegar a ser ante los ojos de los demás. Siempre mirando hacia afuera, agarrados a esa rama que nos proporciona el sistema, a veces inmóviles, no vaya a ser que la rama se rompa o que alguien descubra lo buena que es nuestra rama. Digo ante los ojos de los demás no porque nos movamos por apariencias, hay quien si, hay quien no. Sino porque parece que siguiéramos un camino preestablecido de lo que se debe hacer en esta vida.
De niños nos educan y se espera que seamos buenos estudiantes; de jóvenes o bien ya trabajamos o nos embarcamos en seguir estudiando o las dos cosas y se espera que seamos responsables, que conozcamos un buen compañero/a de vida con quien establecernos y crear una familia, que encontremos un buen trabajo que nos permita vivir "decentemente".Incluyendo en ese decentemente el poder cubrir las necesidades físicas de la familia, acceder a alguna propiedad inmobiliaria, algún capricho de vez en cuando y buenas escuelas para los niños. A partir de ese esquema básico parece que quien ha triunfado es quien tiene un mejor trabajo, una casa mas grande, un buen coche,quien puede llevar a sus hijos a un buen colegio o universidad privada, quien tiene su chalecito en la playa, quien puede ir a los restaurantes premiados con estrellas, hacer viajes exóticos...
Todo eso está muy bien, no puedo ser yo quien lo critique que conozco ese camino con los ojos cerrados, pero....no es a la vez fuente de una gran frustración e inseguridad? Frustración para quienes creen no llegar a donde "deberían" haber llegado en ese estatus, frustración a quienes quizás habiendo llegado, teniéndolo todo, siguen buscando. Inseguridad de perderlo todo, más en estos tiempos revueltos. Recuerdo cuando yo misma, al inicio de la crisis por allá el 2008 sentí que todo aquello para lo que me había estado preparando, estaba en peligro de extinción, recuerdo el sabor del pánico de aquellos días, como temblaban los cimientos de este sistema.
Rodeada de estos maravillosos jardines, me pregunto... Y todo eso para qué? Para qué si hemos perdido la conexión con nuestro Ser? Qué principios nos rigen? Qué valores? Dónde está lo que de verdad necesitamos para ser completos? Para sentir la plenitud?
Sin perder nuestra esencia de occidentales, tenemos mucho que aprender de Oriente, Oriente nos orienta en el sendero de la coherencia, en el viaje de vivir la vida con sentido de adentro a afuera. Descubrirnos de nuevo, ser consciente de las necesidades de nuestro cuerpo, mente y espíritu y apostar por ello, por más que sea opuesto a lo preestablecido.
Confiar en la vida, en que si somos coherentes con ese camino, nos acompañará. Confiar en que si somos coherentes con nuestra esencia, cualquier quiebro por grande que sea lo aceptaremos sin preguntar por qué, sabiendo que forma parte de nuestro desarrollo como seres completos, sin agarrarnos a ramas, posesiones, ni qué dirán.
La vida nos recoge a todos en el momento de nacer, pero luego no deja entrar a cualquiera, se reserva el derecho de admisión para aquellos que de manera autentica, están dispuestos a jugárselo todo a nada, a arriesgar todo por sentir un segundo de verdadera vida. Y no valen las intenciones, ni los intentos a medias. La vida sabe, sabe cuando la apuesta es en firme y cuando no llega. La vida sabe cuando nos vamos a dejar en sus manos y entonces, sólo entonces, nos recoge. Y entonces, sólo entonces, seremos capaces de sentir el amor y la plenitud, sin miedos ni temores.
Con ese pensamiento me dirijo a la sesión de meditación en ese entorno privilegiado, pero que ya soy consciente, se puede crear en cualquier lado al que me acompañen mis ganas y deseos de hacerlo. Y mientras medito, mientras va cayendo la luz del sol, me aparece una reflexión y es que me doy cuenta de que me da igual lo que fuí, quien fuí, que me gustaba , ni que no soportaba.
Que me da igual la historia que viví, que puedo borrar quien no fuí.
Que quiero vivir aquí este momento con la plenitud de la libertad de no saber quien fuí, ni quien soy, ni quien seré.
Con la plenitud de experimentar las infinitas posibilidades que el presente me da, con la valentía de querer adentrarme en esas infinitas posibilidades, con la confianza de que si lo hago desde mi esencia, desde el sendero de mi verdad, la Vida me acompañará.
Om manipad-me hum (el Súper Ser del hombre).Te deseo un buen camino! Abrazo!
Fuente: Mayeutika.
C. Marco