Cuando uno acude a alguna sala de cine a ver ciertas películas es inevitable que, aun sin saber apenas nada de lo que va a encontrarse, lleve de casa alguna que otra idea preconcebida. Por ejemplo sucede con las películas de superhéroes, si no hay grandilocuentes escenas de acción sería toda una sorpresa. Algo así sucede con el cine proveniente de Palestina. Sería raro que trascendiera alguna comedia realizada dentro de sus fronteras. Es difícil distanciarse de estos prejuicios, y aunque Omar posee gran parte de lo que se puede esperar de una película palestina, el director y guionista Hany Abu-Assad dota de tal perspicacia su trabajo, que cuando uno ve caer la cascada de créditos finales es inevitable que se pregunte ¿Cómo debo digerir esta película?
Porque claro, si uno se sienta ante una película palestina sabe que el conflicto árabe-israelí será inevitable que salga por algún lado; así como la denuncia de la injusticia que se vive—tristemente endurecida en estos días— en esa zona del planeta. Lo que pasa que ‘Omar’, en realidad, si nos fijamos en su principal línea argumental, trata una historia de amor, amistad y traición. Algo así como cualquier película en la que dos amigos se enamoran de la misma chica. Esto es ‘Omar’, pero hay un matiz que lo amplifica, que lo envenena todo y lo recrudece: el irracional realismo que se vive en Palestina día a día.
Si la violencia y la injusticia emana de cada rincón, callejón y calle de tu día a día, esta se convierte en innata e inevitable. Todo se desborda hasta escapar del poco control que existe dentro de una frontera marcada con un vergonzoso muro de hormigón que no deja ver el horizonte. La desesperanza ante la ausencia de futuro hace que el tiempo pierda cualquier valía. ‘Omar’ también es esto, y no se equivoquen. Aunque el matiz político es inevitable, no hay forma alguna de justificar la tortura, el aislamiento y la violencia en cualquiera de sus vertientes, provenga del lado que provenga. Sin embargo, esto son palabras, y la violencia es real.
No vivimos en un mundo justo, y no creo que desde estos humildes párrafos tenga yo mucho que decir a nadie por haber visto una película. Por más solidarizado que se esté ante las injusticias del mundo, la mayoría de nosotros somos simples espectadores. ‘Omar’ se muestra como una ventana a la cotidianidad de un grupo de jóvenes que sueñan con tener un mañana en Palestina. Nosotros podemos sentarnos a verlo, podemos hablar de ello, analizarlo, sentirlo. Difícilmente podremos ni tan siquiera buscar un motivo o una moraleja en esta historia, pero sin duda, ‘Omar’ nos da la oportunidad de acercar nuestros ojos al corazón de Palestina.