Revista Cultura y Ocio

Onanismo emocional

Publicado el 21 noviembre 2017 por Juancarlostacoronte @JCTacoronte

Cuando la vi, era viernes, lo sé porque todos los viernes tomo café en el Loare. El dueño del bar, hombre de pocas palabras y de mirada desafiante, encendió la televisión y allí estaba ella junto al resto. Eran como doce personas, sentadas mirando directamente a cámara. Las edades iban de 30 a 80 años, siete mujeres y cinco hombres. Ella sentada a la izquierda en segundo lugar. Tendría cincuenta años y toda la tristeza del mundo en su mirada, pero su expresión era extrañamente plácida.

La cafetera es demasiado ruidosa y no se entiende bien la voz en of, que parece explicar lo que le ocurre a esa gente. Ahora esas personas están jugando en un campo verde con algunos árboles. Saltaban y correteaban como si estuvieran en el paraíso. Sale un letrero que pone "No tienen a nadie y tú lo sabes"

El bar se queda vacío, el dueño (Dicen que es un traficante de quesadillas muy conocido), con aires de indiferencia se fija en las imágenes. Ahora dicen que es urgente adoptarlos o de lo contrario, se irían sacrificando, son demasiados. La superpoblación de estos perfiles, merodeando por el centro es según dicen, para muchos, insoportable y dan muy mala imagen a los cruceristas que arriban al puerto de la ciudad.

Al dueño le da un ataque de tos repentina, atragantado con un rosquete de limón, se ahoga delante de mí, y de un cliente con perro guía que acaba de entrar. Los nervios y la atmósfera del local, yo intentando hacer algo, se ve que armé al tropezar con una bandeja llena de copas. El perro se pone a ladrar como si hubieran ladrones Otra señora que acaba de entrar se pone a gritar socorro, porque piensa que yo estoy atacando al dueño. El volumen de la televisión se sube solo, y la imagen que sale ahora, ese grupo de personas, con las cejas arqueadas se pone a cantar un villancico con una música de violín muy triste. Me quiero morir, ha llegado la policía y la señora no para de señalarme. Se aclaró todo, llegué a mi casa sudando, todo sucedió tan rápido. Han pasado ya algunos días, no me puedo quitar de la cabeza lo sucedido, ahora vivo acampado en el estupor y la desazón, se confirma que tengo cara de sospechoso.


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