En el archipiélago japonés, los oni son uno de los seres míticos más reconocibles con sus cuernos, sus taparrabos y sus largos garrotes de hierro ( kanabō). Por su frecuente naturaleza malvada, su nombre suele traducirse como demonio, pero, para diferenciarlos de los espíritus maléficos de fuego llamados akuma (悪魔), es más habitual interpretarlos como ogros. Aunque este término prescinde de las connotaciones religiosas, el oni (鬼) sigue siendo un ser con unas características únicas que transcienden aquellas designadas al ogro.
Aunque la representación más popular se aproxima al de un ogro con cuernos, el oni no es solo eso. De hecho, durante la historia su concepción ha cambiado. En el esotérico Onmyōdō del siglo VII d.C., los oni eran malvados espíritus que causaban enfermedades inesperadamente, razón por las que se les consideraba invisibles. Esta no es una idea única, pues coincide con cómo veían en la antigua Mesopotamia a los demonios y fantasmas. Además, se ha interpretado tanto que podían actuar como deidades epidémicas como personificación de los márgenes de la sociedad.
Conforme se popularizaron, los oni fueron tomando forma en la literatura, el arte y el teatro. Entonces adquirieron su piel roja, azul, negra o amarilla, con uno o más cuernos sobre la cabeza, grandes colmillos, un taparrabos de piel de tigre e incluso un tercer ojo en la frente. Los cuernos de buey y la piel de tigre se debían a que estos animales representaban dos direcciones cardinales terribles, por lo que el punto intermedio, la puerta del oni (鬼門, kimon), lo era aún más. En el Konjaku monogatarishū, tienen tan solo dos o tres dedos acabados en garras en pies y manos. Gracias a su gran tamaño, podían sujetar igualmente enormes kanabō con los que torturar a los humanos. También suelen ser peludos. En el Heike monogatari de Yashiro-bon, un oni con el brazo negro lleno de pelo blanco secuestra a Watanabe no Tsuna en el monte Arago.
El origen de los oni no está claro, pero hay distintas hipótesis tanto con puntos en común como con contradicciones. Una de ellas establece que, mucho antes de la llegada del budismo, surgieron del miedo de los japoneses a los fenómenos naturales, como los terremotos y, en especial, a las tormentas, rayos y truenos. De esta manera, habrían situado su hogar en las montañas, en las cuevas, como una amenaza invisible lejos de la civilización, como coincidentemente fueron los troles en el norte de Europa. Bajo esta hipótesis, en la antigüedad, los yōkai eran kami que no recibía culto. Por lo tanto, los oni eran los yōkai menos estimados, siendo una variante de los kami que vivían en la tierra de los muertos ( toyoko-kami) o los que visitaban los pueblos ( marebito) desde más allá del mar para dar sus bendiciones al final del año lunar. Estos últimos vestían impermeables y gorros de paja ( minokasa). Estos extranjeros habrían sido enormes, por lo que habrían sido llamados entonces oni (大人, "gigante"). Esta relación entre kami, yōkai y oni dependería de su culto. Si la práctica era lo suficiente persistente, adquirían una posición divina, mientras que la pérdida del culto degradaría a las deidades.
Aunque popularmente se imaginan en forma masculina, su primera aparición atestiguada podría haber ocurrido en el para vengar su humillación. Esta sería la primera oni japonesa. Kojiki (compilado en el 712 d.C.). Tras la muerte de Izanami, su esposo Izanagi va a buscarla al inframundo, pero esta ya ha comido alimento de este. Para ser capaz de resistirse al poder de este alimento, que le retiene en el inframundo, Izanagi debe abandonar este reino sin mirarla. Sin embargo, Izanagi no resiste la tentación y comtempla el cuerpo putrefacto de Izanami, cubierta de gusanos y de donde crecen 8000 deidades. Enfurecida, ataca a Izanagi, que huye, y le envía a Yomotsu-shikome (黄泉醜女, "mujer fea del inframundo")
En la antigua literatura japonesa, se podían usar distintos caracteres chinos para referirse a los oni, que denotaban su naturaleza como espíritus malvados de los ancestros que son invisibles o se ocultan. El caracter japonés de oni (鬼), ya presente en el Nihonshoki (720 d.C.) y el Izumo fudoki, significa "fantasma" en chino, sirviendo de contraposición a los kami y asimilándolo con los temibles espíritus mono o los vengativos goryō. El significado original de mononoke (物の怪) del periodo Heian (794-1185) era "energía vital (qi) del oni" (鬼の気). En el Nihon Ryōiki (c. 787-824) se muestra esta relación entre ambos cuando un mensajero oni (鬼) del inframundo adjuntó su qi (気) a un humano, que enfermó gravemente y/o murió.
Imagen china
El aspecto que adquirió el oni en sus representaciones pudo partir del gui-shen (鬼神) chino que, aunque tampoco tiene una génesis budista, estaba integrado en el budismo cuando llegó a Japón. En ese periodo, el oni también se habría mezclado con los rasetsu (ráksasas) y Cabeza de buey y Cara de caballo, guardias del Di Yu, el infierno chino. Al mismo tiempo, algunas entidades espirituales malignas ( aratama) que afectaban a humanos, animales y fenómenos inexplicables que no tenían representación, fueron considerados y representados como oni. Incluso los tsukumogami, los objetos que adquirían vida a los 100 años, podían ser agrupados como oni (鬼).
Identidad budista
A pesar de todo, lo que caracteriza al oni tal y como lo conocemos es mayormente budista. Ellos son quienes torturan a los malechores en el Naraku y los Cuatro Reyes Celestiales ( Shitennō), que representaban los males que se oponían a las normas budistas, en las puertas de sus templos. Los iaksas, espíritus de la naturaleza que podían absorber la energía vital y devorar su carne, compartía la naturaleza violenta del oni, como también lo hacían los ráksasas, que devoraban carne humana, bebían su sangre y torturaban a los pecadores en el Naraka.
No obstante, esto no significa que estas figuras indias se diluyeran en la cultura japonesa. Los iáksas y iaksinis adornan estupas y templos en las cuevas como símbolos de fertilidad. Estos tenían una jerarquía. Los jaki (oni malvado) eran la clase más baja y son pisados por las estatuas de los Cuatro Reyes Celestiales. Los doce devas ( Jūniten) son una clase superior a estos, aunque inferiores a Bishamonten/Vaisravana/Tamonten, uno de los Cuatro Reyes Celestiales. Proporcionaban tanto prosperidad como desgracias.
Apetito voraz
La frase oni hitokuchi ("Oni en un trago") expresa su capacidad de devorar a un humano de un solo bocado, por sorpresa y sin que se pueda hacerse nada. En Ise monogatari, al hacer guardia en una casa abandonada donde estaba su amante, un hombre no se percata de que ha sido devorada al instante, pues su grito es enmudecido por un trueno. En Nihon Ryōiki, unos padres casan con su hija con un acaudalado pretendiente. Cuando oyen sus gritos por la noche, lo ignoran pues creen que son consecuencia de su virginidad, pero a la mañana descubren que en la habitación solo quedaba la cabeza y un dedo de su hija.
Transformación
Los oni, independientemente de su sexo inicial, pueden tomar la apariencia de hombres y mujeres. En Konjaku monogatarishū , una mujer se transforma en un monstruoso oni ante un hombre que presumía de su poder. Cuando este huyó, se le volvió a aparecer en su casa en forma de su hermano, matándolo. En otras historias, toman la forma de atractivas mujeres jóvenes para patar a sus víctomas.
Asímismo, los humanos podían convertirse en oni a través de sus emociones negativas, como la lujuria, la angustia o la vergüenza. Esto podía desatar una fuerza imparable y terrorífica.
Marginados
Los oni suelen ser entidades que no sometidas a la voluntad del emperador, sea porque vivían en la periferia, porque fueran extranjeros o porque ni siquiera fueran del reino de los mortales. No solo vivían fuera de los límites de los dominios imperiales sino que su poder podía ser inútil ante ellos. Shuten Dōji, jefe de una banda de oni que vive en el monte Ōe, secuestra a personas, las esclaviza y devora su carne y bebe su sangre. Son derrotados por Minamoto no Raiko y sus hombres, que se hacen pasar por ascetas de las montañas, aprovechándose de su ingenio y ayuda divina. Como los oni estaban siempre en los márgenes de la sociedad o venían de reinos ajenos a los mortales, se ha interpretado que Shuten Dōji pudo ser un hombre caucásico que flotó a la deriva en la costa de la provincia de Tanba y bebía vino tinto.
Zenki y Goki, asistentes de En no gyōja, fundador del Shugendō (Ascetismo en las montañas) eran llamados oni por los aldeanos debido a la fealdad de los dos huérfanos. En el Yama no jinsei, se decía que los niños nacidos con dientes eran hijos de oni y solían matarse. Desde el antiguo Nihongi se señala que también eran etiquetados como tal quienes no seguían las costumbres comunes, como los herreros.
Rayos
Los oni podían atacar con rayos o coincidiendo con los truenos. De hecho, el dios Raijin se representa con rasgos propios de los oni. La presencia de numerosos kami de las tormentas pudo tener como objetivo aplacar a los oni y adquirieran un posición divina.
Prosperidad
En el festival de Setsubun, el último día del año lunar, sin miedo, se arrojan alubias a un oni, invisible o representado por un hombre, para expulsar lo malo y traer lo bueno. Los marebito son otros oni que traen prosperidad. En Issun-bōshi, el pequeño niño de una pulgada consigue el mazo garante de deseos de un oni. Con él, adquiere un tamaño normal, casándose con una princesa, y obtiene comida y tesoros. Esta mazo ya estaba presente en el Heike monogatari de Kakuichi. Este mazo está más asociado con Daikokuten, uno de los siete dioses de la fortuna.
Aunque los oni son generalmente peligrosos, es necesario señalar que algunos son cumplidores, amables y no manipulaban. A veces, el miedo a los oni provocaba su ira. Esto destacaba el hecho de que los oni no eran malos por naturaleza, sino que hacían daño conscientemente.
- Reider, N. T. (2010). Japanese demon lore: Oni from ancient times to the present. University Press of Colorado.